“Nos encontramos con una especie de estallido de los tipos clínicos y de anonimización mayor aún de la que ya existía por las condiciones mismas de la neurosis, de la cual es difícil rescatar al sujeto y, al mismo tiempo, nos encontramos con que a lo mejor es más urgente que antes ese rescate”.
Gabriel Lombardi responde:
Transcripción del video:
Creo que necesariamente hay formas nuevas porque también hay condiciones nuevas de existencia del ser hablante que antes no existían, que en la época de Freud no existían.
Hay un libro que para mí fue muy interesante leer donde un autor americano que se llama Robertson describe distintas etapas en la civilización del hombre, diciendo que lo primero que ocurrió fue el verbo, la palabra. “El principio del verbo”, dice San Juan, el Evangelista. Lo primero que existió fue la palabra y, seguramente, una vez que se cuenta con la palabra, los ya propiamente humanos han podido prevalecer sobre los homínidos que todavía no disponían de la posibilidad del lenguaje, del lenguaje equívoco, de Babel.
Después viene otra etapa que tiene que ver con la escritura. Y ninguna civilización que contara con la escritura, explica Robertson, fue derrotada por otra que no contara con la escritura. Los que podían escribir tendieron a prevalecer, a imponerse.
Después vino otra etapa donde lo que estaba escrito ya no solo era algo que podían emplear los poderosos sino que también lo podían emplear todos los que podían leer. Ese es el momento de la revolución producida por la imprenta: la revolución de Gutenberg. Ninguna civilización que contara con la imprenta pudo ser vencida por una que no contara con eso.
El último gran invento es aquel del que me ocupé yo con el texto sobre Cantor, Gödel y Turing, esos tres psicóticos geniales que cambiaron todo cuando hicieron que hubiera una nueva manera de apoyatura del ser hablante que es la aletósfera esta de internet, la computadora, los smartphones, etcétera. Las redes sociales cambiaron mucho las cosas: hicieron que ahora no haya un conjunto de civilizaciones sino una globalización de la civilización. Que esto fuera impuesto al punto de globalizar las cosas.
Me parece que algo tiene que cambiar. Algo ha cambiado desde que esto se impuso. Y, de hecho, no encontramos con que, en buena medida, el capitalismo asociado con la ciencia —con esa ciencia, la de los lenguajes automáticos— ha producido un efecto de cambios muy grande y, entre ellos, el hecho de que los lazos sociales clásicos, característicos, personales, tienden a ser destruidos o reemplazados por redes sociales, por intercambios con gente que uno no encuentra personalmente, con gente que está en otra parte del mundo, que no conoce, que no le interesa conocer.
Entonces se producen efectos clínicos distintos de facilitación del autismo; de facilitación del consumo que llega a ser patógeno —incluso de los propios dispositivos informáticos—; y también un cambio a nivel de la sexualidad, porque hoy en día se puede presentar alguien que dice: “Yo prefiero, en lugar de encontrarme con los hombres que son mentirosos, arrogantes, histéricos… Prefiero encontrarme con alguien que está por el barrio y lo busco en Tinder, si es compatible en ciertas características conmigo, voy, tengo un encuentro sexual con él, y después hablamos. Detesto la histeria”. Entonces, se presenta alguien en una posición más bien rara, queer, diciendo que su posición no tiene nada que ver con la histeria. Pero tampoco tiene nada que ver con los lazos sociales: está sola, está aislada, está complicada, está devastada en un punto en el deseo.
¿Se puede reconducir eso a la histeria? Creo que sí. Que los analistas siempre apostamos a la histeria en las distintas consultas de las psicosis, las perversiones y las neurosis. Efectivamente después se produce un efecto de histerización por el cual, también en ella, ese uso anónimo de la red social era una manera de camuflaje, de aislamiento, de enfrascamiento del contacto con el deseo, del encuentro de los cuerpos en el plano del deseo.
Evidentemente hay formas nuevas. Hay formas nuevas desde que todo lo que tiene que ver con los intercambios sociales, los intercambios sintomáticos, han sido —por lo menos desde Zuckerberg… replicados, llevados a una realidad virtual, a una ficcionalización que es una especie de ‘hiperpsique’, ‘hiperficción’. Donde ya no es la realidad psíquica, la realidad ficticia de otras épocas, sino que es una ficción de la ficción que realiza o desrealiza las realidades de otra manera. Evidentemente, entonces, nos encontramos con una especie de estallido de los tipos clínicos y de anonimización mayor aún de la que ya existía por las condiciones mismas de la neurosis, de la cual es difícil rescatar al sujeto y, al mismo tiempo, nos encontramos con que a lo mejor es más urgente que antes ese rescate.
El discurso del capitalismo, a diferencia de otros discursos, “no es propiamente un lazo social”, dice Lacan. Y, más aún, dice: “En el capitalismo somos todos proletarios que no tenemos con qué hacer lazo social. No tenemos más que entregar nuestra prole o reproducir la fuerza de trabajo”. Son condiciones bastante radicales que, por un lado, nos prologan la vida y nos permiten algunos beneficios, una comunicación más rápida, aparentemente; y, por otro lado, a lo mejor, destruyen más fácilmente los vínculos sociales, familiares, etc., de un modo en que tiene sus ventajas y también sus fuertes desventajas.
No podemos negar eso y no podemos negar que eso produce un efecto de estallido de los tipos clínicos. Pero, para recibirlos en análisis, tenemos que volver sobre las coordenadas del realizamiento tradicional del ser hablante que tiene que ver con el Padre, con la red mítica local, con las raíces, con las maneras de enraizamiento posibles que permiten que alguien no esté totalmente a la deriva en su vida; que pueda volver a emplear el primer traumatismo producido en un seno, en un contexto mítico, privado, particular, de un modo en que no sea totalmente anónimo. Que se pueda rescatar, no solo ‘el Nombre del Padre’ sino también la apoyatura que uno puede encontrar en el nombre propio: cómo eso fue elegido, cómo eso fue producido y cómo uno lo usó o demoró su empleo para afirmar algunas cosas, para afirmarse.
Entrevista realizada por Iara Bianchi.
Gabriel Lombardi
Psicoanalista
Iara Bianchi
Directora Editorial. Psicoanalista