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”Uno se encuentra con otros límites que pueden tener que ver con la posición personal, con los restos incurables o no analizados que uno puede tener. ”
Gabriel Lombardi responde:
Transcripción del video:
Por supuesto creo que cada uno tiene sus propios límites. Que a veces van cambiando también a los largo del análisis personal, de la experiencia.
Lacan tenía sus propios límites. Freud tuvo sus límites. Freud pensaba que la psicosis no era analizable. Lo que él llamaba las psiconeurosis narcisísticas no eran analizables porque no había catexia verdadera del objeto. Entonces, tampoco del objeto analista.
Pero eso puede cambiar. Se puede cambiar. Lacan llega a advertir que la transferencia a lo mejor no es lo que parecía. No es algo ligado a un amor del otro como persona, sino más bien del otro como no persona, como significante cualquiera, como objeto degradado, etcétera.
Lo que para Freud era un límite, para Lacan a lo mejor no. Resulta que en la psicosis no solo hay transferencia sino que podría decirse que la psicosis es un caso donde solo hay transferencia. Donde se toma al otro como objeto o como significante cualquiera.
Entonces, eso va cambiando según la elaboración, las consecuencias que cada uno ha podido extraer del análisis. Lacan comenzó a dar la idea de que se podía admitir a un psicótico como analizante. Y también de que un perverso podía ser un analizante en la medida de que acudiera no con su fantasía sino con su síntoma.
Lacan también tenía sus propios límites. Él pensaba que lo que es analizable es el síntoma, es decir, la división subjetiva, y que había algunos casos no sintomatizables, o no sintomatizables de un modo favorable.
Pensaba, por ejemplo, que hay que rehusar el psicoanálisis a los canallas porque los canallas son los que usan el inconsciente del otro para estafarlo de alguna manera. Y analizarlos es como… No es que esté mal desde un punto de vista deontológico –Lacan usaba mucho esas categorías de la ética cotidiana o del derecho positivo– sino que está mal porque analizar a un canalla es dejarlo sin recursos, es como volverlo idiota, o imbécil, sin apoyo, sin báculo.
Además uno tiene otro límite que creo que es importante también destacarlo. Uno se encuentra con otros límites que pueden tener que ver con la posición personal, con los restos incurables o no analizados que uno puede tener.
Me pasó, por ejemplo, que durante muchos años yo podía recibir a analizantes paranoicos o esquizofrénicos pero para mí era un límite muy radical el melancólico. No le encontraba la vuelta. Sentía que no tenía nada para hacer ni para decir. Y pasaba poquito tiempo y eso no avanzaba.
En algún momento, no sé si volví al análisis, volví a la experiencia o qué, algo me pasó y empecé a interesarme de otra manera en eso, a estudiarlo de otra manera. Actualmente, eso para mí dejó de ser un límite tan radical e intento recibir como analizante también a gente que en otro momento no hubiera podido hacerlo.
Me estoy ocupando bastante activamente de estudiar qué es eso de la melancolía, la depresión, de la cantidad de distinciones internas que puede haber dentro de lo que es el campo de lo que podrían llamarse las pasiones tristes.
Entrevista realizada por Iara Bianchi.
Gabriel Lombardi
Psicoanalista
Iara Bianchi
Directora Editorial. Psicoanalista