«Yo creo que el análisis debe terminar. Cuando uno hace una terapia, debe estar en la cabeza del analista que esa terapia no es eterna. Quizás hay personas que por su gravedad, que por su patología, que por su situación, necesitan un acompañamiento psicoterapéutico para toda la vida, pero eso es distinto, eso es otra cosa. Analizarse empieza, se desarrolla y termina.»

Claudia Borensztejn nos relata en un video de 11 minutos por qué un análisis debe terminar, y nos cuenta cómo encontrar un analista, cuál es la característica infaltable que debe existir. Entrevista realizada por Iara Bianchi. ¡Aquí el vídeo!

Transcripción del video:

ANALISTAS Y PACIENTES EN ANÁLISIS

CANTIDAD DE SESIONES

¿Alta frecuencia o calidad de frecuencia?

Cuando Freud empezó a trabajar con sus pacientes, los veía hasta los sábados, seis veces por semana. Lo que pasa es que eran análisis muy cortos. Pero con el tiempo se fue pensando que un análisis tenía que ser intensivo porque se desarrollaba lo que Freud había llamado neurosis de transferencia. Y eso no se desarrollaba en un análisis de una vez por semana. Las transferencias las tenemos todos: la tengo yo contigo, con las personas del equipo. Existen como una tendencia natural. Pero para desarrollar una neurosis de transferencia, que es lo que debe desarrollar un analista para conocer profundamente su inconsciente, se necesita una alta frecuencia. Yo, como analista, debo haber pasado por esa experiencia. Después, puedo analizar a otros no usando esa técnica de alta frecuencia.

La época de oro del psicoanálisis, que fue los años sesenta… Empezó en los cincuenta, sesenta y terminó esa época de oro hacia mediados de los setenta cuando vino la dictadura militar. La dictadura militar fue muy dura con el psicoanálisis. Primero, porque persiguió a los psicoanalistas, persiguió toda reunión en grupo, las instituciones nos replegamos y tuvimos mucho menos contacto con la realidad. Fue una época en la que se atacó mucho todo lo que había crecido en la cultura. En esa época de oro, los análisis eran eternos. La gente empezaba a analizarse… Se decía, incluso: No es para curarse, es para descubrir el inconsciente… El inconsciente no tiene tiempo, y entonces yo tampoco, tengo tiempo eterno. Había una situación económica mejor, se pagaba muy bien a los psicoanalistas. Todo eso se terminó.

La gente no tiene tiempo, quiere resolver problemas. El psicoanálisis, además, es la mejor teoría de la mente que se haya descubierto porque no hay una superior: no se puede decir que el inconsciente no existe. Quien no crea en el inconsciente se perderá la densidad, la profundidad y lo más humano que tiene el ser humano. Sin embargo, también es una terapia, y como terapia tiene un objetivo claro, que es curar. Si el psicoanálisis como terapia no cura, va a morir como terapia. Entonces, los psicoanalistas tenemos la responsabilidad de proponernos curar a los pacientes, mejorarlos. Por supuesto que se atacó mucho, con mucha razón, desde Freud ese ‘furor curandis‘ que tienen algunos terapeutas, que tenemos algunos médicos. Es peligroso el furor curandis: curar a cualquier costo, prolongar la vida de alguien de cualquier manera. El furor curandis es algo muy negativo. Pero curar, el deseo de curar, de ayudar, de aliviar en la situación que sea, eso es importante. Una persona debe decir: ‘Me analicé y mi vida cambió y yo sé que es por el análisis. No hubiera sido igual sin el análisis’.

El análisis personal, la supervisión de pacientes y el estudio teórico… Esas tres cosas se deben dar simultáneamente para que lo que nosotros llamamos un analista sea formado como psicoanalista. No sólo que estudie psicoanálisis, que se estudia en muchos lugares.

Por supuesto que sé del mundo psicoanalítico en general… Sé que en algunas instituciones no exigen el análisis a las personas que forman. Ahora hay máster en psicoanálisis. Es todo un debate. Académicamente se están dando títulos que tienen que ver con el psicoanálisis porque el psicoanálisis obviamente se puede estudiar. De ahí a que alguien pueda ser psicoanalista, hay un paso muy grande. De hecho, también pasa que en la Facultad de Psicología se estudia mucho psicoanálisis. Incluso se estudia psicoanálisis lacaniano, que es una de las vertientes del psicoanálisis, no la única. Pero prendió mucho el psicoanálisis lacaniano acá. Y el analizarse o no analizarse es voluntad de la persona que quiere ser psicoanalista. Aquí cualquiera puede decir: ‘Yo soy psicoanalista. Me recibí de psicólogo y soy psicoanalista’. Quizá no se analizó nunca. Pero para nosotros eso es inadmisible. No puede ser psicoanalista quien además no se haya analizado. Quien no está entrenado físicamente no puede ser entrenador. Y, en cierto sentido, uno es entrenador. Uno es entrenador del inconsciente del otro a través del conocimiento también de su propio inconsciente. Si uno no se conoce a sí mismo, no conoce sus propios complejos inconscientes, no puede analizar, lo hará mal y sufrirá lo que se llama una neurosis de contratransferencia, que es reaccionar sin conocimiento, inconscientemente, a lo que dice el paciente y actuarlo. Nosotros los psicoanalistas no actuamos a lo que nos dice el paciente. Lo recibimos, lo tratamos de comprender, lo pasamos por nuestro cedazo inconsciente, nos autoanalizamos o nos analizamos y luego tratamos de interactuar según ese conocimiento que adquirimos. Pero si no nos conocemos, si no sabemos de nuestros complejos, de nuestras inhibiciones, de nuestros problemas, represiones, no lo podemos hacer.

Y vos me hablabas de la duración… Yo creo que el análisis debe terminar. Cuando uno hace una terapia, debe estar en la cabeza del analista que esa terapia no es eterna. Quizás hay personas que por su gravedad, que por su patología, que por su situación, necesitan un acompañamiento psicoterapéutico para toda la vida, pero eso es distinto, eso es otra cosa. Analizarse empieza, se desarrolla y termina. Quizás en otra etapa de la vida, alguien quiere volver a analizarse con esa persona o con otra, pero debe terminar. Y esto nos es muy claro a los analistas de niños; yo soy analista de niños. Y he hecho análisis cortos. Yo creo que un análisis de niños no debe durar más de dos años. No puede capturar la vida de un niño más de dos años porque el niño tiene que hacer muchas otras cosas. Hay que ayudarlo a que siga su marcha, a que resuelva su problema y siga su marcha. Y también a un adulto. Hay que pensar que la vida de esa persona no es el análisis. El análisis es algo para que retome su vida con más riqueza, con más posibilidades, con más bienestar, pero siempre pensando que la vida le pertenece al paciente, no al analista, y hay que devolverle su vida lo antes posible. Con esa idea, el análisis debe durar lo menos posible. No es posible decir cuánto, pero uno se puede comprometer a que sea lo más corto posible.

LAS MIL Y UNA NOCHES

Hallar el match

Creo que es muy importante tener conciencia de que el que busca un análisis tiene que saber que tiene que buscar un analista que le guste, que en la primera entrevista diga: ‘Aprendí algo, me dijo algo distinto de lo que me hubiera dicho mi amigo, mi amiga, mi mujer’. Hay algo que el analista debe dar o debe mostrar. Debe producirse una química, que alguien diga: ‘Esto me sirve, me es útil’. No es más ‘Voy, no me gusta, y dentro de diez años voy a ver los resultados’. No. En poco tiempo tenés que darte cuenta. Primero, de que te sentís mejor yendo, contando, escuchando, comentando con el analista lo que te dice. Eso es muy importante: que una persona sepa que lo que está ocurriendo en ese momento con su terapeuta le está sirviendo, le agrega a su vida, lo mejora, le hace sentir mejor. No es ‘algún día voy a mejorar’. No, es hoy. ‘Hoy salgo mejor, hoy me vino bien, hoy me quedé pensando’. El analista tiene algo de Las mil y una noches. El paciente tiene que sentir que le  interesa volver. Y no hablo de seducción, aunque algo de eso siempre se pone en juego en un vínculo, el interés en la conversación tiene que ver con eso. Pero ‘me interesa lo que estamos hablando, voy a volver porque esto me sirve’. Y si no, no. Es la conversación más interesante del mundo, decía un analista muy famoso inglés sobre la conversación que uno tiene con el paciente. Y lo interesante lo pone muchas veces el paciente. El analista tiene que producir una conversación interesante en el sentido de que el paciente diga: ‘Esto que no había pensado me hace bien, me viene bien, y por eso voy a volver la próxima vez’. Hay unos sesenta mil psicólogos trabajando como analistas en Argentina. Porque en realidad podrían trabajar de otras cosas, pero son psicólogos clínicos. Se calcula que hay un psicólogo cada 65 personas. Es una cosa impresionante. Pero habiendo tantos, lo que es muy importante es encontrar el match. Si vos me decís ‘Me quiero analizar’. Yo pienso ¿con quién? Tengo que pensar mucho porque si ese ‘match’ no se produce, si es fallida la experiencia, en poco o en mucho tiempo se pierde esa oportunidad, a veces para siempre.

Claudia Lucía Borensztejn
Iara Bianchi

Iara Bianchi 
Directora Editorial. Psicoanalista

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