“Lacan en algún lugar dice una cosa muy bonita y sencilla: ‘Nunca abro una puerta sin tener por lo menos una mínima idea de aquello que me podría encontrar detrás’, refiriéndose a que el analista tiene que tomar sus precauciones, saber qué puertas va a abrir, hasta dónde va a abrir la puerta o, incluso, si conviene o no conviene abrirla.”
Gustavo Dessal responde:
Transcripción del video:
No hay contraindicaciones que se puedan definir de entrada, desde el punto de vista general.
Después, en la experiencia concreta, a veces puede ocurrir que uno pueda considerar que no es prudente tomar alguna persona en análisis. Especialmente si uno tiene la impresión de que esa persona, a pesar de la problemática que tiene, de alguna manera ha podido arreglárselas en la vida hasta ese momento.
Voy a poner un ejemplo, sabiendo que corro el riesgo que la gente entienda que el ejemplo tiene una validez general, pero esto que puede ocurrir a una persona no necesariamente se repite con otra persona. Puede suceder que a veces viene al análisis una persona ya con muchos años, una persona muy mayor, que se encuentra deprimida porque ha llegado a una fase de su vida donde ha hecho un balance y está a punto de arribar a la conclusión de que ha sido un continuo fracaso.
Lacan en algún lugar dice una cosa muy bonita y sencilla: “Nunca abro una puerta sin tener por lo menos una mínima idea de aquello que me podría encontrar detrás”, refiriéndose a que el analista tiene que tomar sus precauciones, saber qué puertas va a abrir, hasta dónde va a abrir la puerta o, incluso, si conviene o no conviene abrirla.
Porque ¿qué pasa? Si en un paciente de edad muy avanzada uno abre demasiado la puerta y empieza a mostrar todo aquello en lo que ha consistido su vida, esa persona ya no tiene tiempo cronológico real para rehacerse. Entonces, podemos generar un sentimiento de fracaso existencial absoluto.
No vamos a negarle la posibilidad de escucharlo, pero la manera en que vamos a enfocar la escucha y la manera de intervenir es tratando que esa persona no entre en demasiadas profundidades y tratar de reacomodarlo lo mejor posible a las circunstancias actuales por las que está atravesando.
Porque si, insisto, abrimos demasiado la caja de Pandora, no es lo mismo hacerlo con una persona que tiene 35, 40 o 45 años, y todavía tiene mucho tiempo de revisar su vida, reinventarse, rehacerla, que una persona que a lo mejor tiene 80 años. Entonces si de pronto le obligamos a mirar la vista atrás y ver lo que ha hecho de su vida lo que podemos llegar a hacer es hundirlo en la miseria.
Otro ejemplo. Hay psicóticos que tienen una vida bastante estabilizada y a lo mejor alguna situación los lleva a consultar porque hay una pequeña desestabilización. Es importante en cada caso evaluar qué hacemos, ¿vamos a embarcar en un análisis a esa persona que a lo mejor lleva 50 años conviviendo con su psicosis de una manera bastante funcional?, ¿vamos a arriesgarnos a producir una desestabilización y el surgimiento de un brote que a lo mejor la persona no ha tenido nunca?, o, ¿vamos a tratar de asumir esa demanda, sin desestimar que podemos recibirlo y escucharlo?
A lo mejor, con unas pocas entrevistas, lleguemos a la conclusión de que podemos devolver a la funcionalidad que toda la vida ha podido llevar a cabo.
Tengo un ejemplo muy gracioso de esto. Un señor me vino a ver hace unos años… Tuvimos una sola entrevista muy larga. Era un ingeniero muy exitoso en su trabajo, en su vida familiar, con su esposa, sus hijos.
¿Por qué venía? Porque se había interesado desde el punto de vista intelectual, según contaba, en el psicoanálisis. Siempre había leído mucho, había hecho un máster teórico de dos años en una universidad en Madrid. Tenía ganas de hacer un análisis porque quería hacer la experiencia práctica.
Él no tenía ninguna pretensión de dedicarse a la práctica clínica.
Al principio imaginé que a lo mejor era una persona que podría tener el deseo de dejar su profesión, como a veces puede ocurrir, pero no era el caso; según él insistía, sólo se trataba de una curiosidad intelectual.
Al cabo de un rato me cuenta que estaba preparando una tesis doctoral sobre una cosa que él ha descubierto, un secreto que la humanidad desconoce, que no lo va a dar a conocer hasta haber podido patentar el descubrimiento que el inconsciente y la mente tienen la sede anatómica, no en el cerebro como siempre se creyó sino en el estómago.
Tenía un delirio espectacular desarrollado en una tesis que quería publicar. Era evidente que la experiencia del análisis podía conducir a que todo eso que tenía tan bien organizado y atado en su vida, se desatara.
Con lo cual, me las ingenié para mostrarle, primero, que realmente él tenía una vida que no requería un análisis, que las cosas le funcionaban muy bien. Y que eso que había descubierto era muy interesante, pero que tenía que tener en cuenta que a veces la humanidad no estaba preparada para revelaciones que pudieran alterar mucho el curso del pensamiento, y que eso podía tener una repercusión, que se tomara su tiempo para dar a publicar eso, porque evidentemente iba a encontrar rápidamente el rechazo de cualquier universidad una tesis semejante.
Por supuesto, siempre recalcándole que si en el futuro, que esperaba que no fuera necesario, se encontraba afectado por algo, preocupado, angustiado, inquieto o tenía alguna clase de malestar, por supuesto que me podía volver a ver, pero que mientras su vida continuara en ese estado, no.
El señor se quedó muy conforme, muy contento, y nunca más volví a saber de él.
Son situaciones que no se presentan con mucha frecuencia porque siempre podemos hacer, aunque sea algo. Podemos tener un abordaje cuidadoso, tomando nuestras precauciones y tratando de a veces no prolongar demasiado en el tiempo la experiencia. Una vez que encontramos que la persona más o menos vuelve a recobrar el sentimiento de estar en conformidad consigo mismo, con su vida, lo damos por suficiente.
Entrevista realizada por Iara Bianchi.
Gustavo Dessal
Psicoanalista. Escritor. Colaborador inconsciente
Iara Bianchi
Directora Editorial. Psicoanalista