[Video] Contraindicaciones del psicoanálisis por Leonardo Leibson

“Alguien que va a matar no se lo viene a contar a su analista, pasa en las películas eso en general. Pero puede haber otras cosas, y un analista no puede juzgar.”

Transcripción del video:

Si alguien quiere analizarse, no hay contraindicaciones. No. Ahora está de moda en los manuales de TCC, o de terapia cognitivo-conductual, o en algunos manuales de psiquiatría decir que, por ejemplo, el psicoanálisis está contraindicado en las neurosis obsesivas (en realidad no lo dice así, dice en el TOC). O incluso algunos manuales plantean que el psicoanálisis estaría contraindicado en las psicosis, sobre todo en la paranoia.

Esto es porque hay una idea de que al psicoanálisis uno va para pensar. Entonces, claro, si el psicoanálisis fuera una cosa a la que uno va a pensar, obviamente que no está bueno ni para un obsesivo ni para un paranoico. Pero como el psicoanálisis no es un lugar a donde uno vaya a pensar, sino justamente todo lo contrario… Es una experiencia tan extraña porque es un lugar a donde uno va a hablar sin pensar.

La regla es que hable sin pensar. -“No, no piense” -“No, porque yo estuve pensando…”. “Sí, pero ¿y? ¿qué dice?”. Por lo menos esa es la regla, lo cual no quiere decir que se cumpla o que sea exacta, pero la idea es esa.

Entonces, el psicoanálisis no es un lugar donde uno venga a pensar. Y en ese sentido, no hay contraindicaciones. Sí hay, obviamente, gente que quiere analizarse y gente que no tiene por qué querer. No hay ninguna obligación de analizarse.

No hay contraindicaciones porque tampoco hay indicaciones. No hay indicaciones en el sentido de que el diabético tiene que tomar insulina, eso es una indicación. O el que está con una infección tiene que tomar antibióticos. Eso es una indicación en el sentido médico. Porque esto, en realidad, es terminología médica.

No hay indicaciones. Puede haber conveniencias, puede haber “cosas que estaría bueno que”.

Principios morales y psicoanálisis

Hay principios morales. Sí, desde ya, los hay.

Una vez tuve un paciente que estaba convencido de que iba a ir a matar a alguien que él sabía que había matado a su hermano. Y, entonces, lo venía siguiendo, o venía averiguando cosas. Esto fue hace mucho tiempo.

Y él en un momento me dijo: “Yo voy a ir y lo voy a matar”. Y a mí se me planteó, por supuesto, esa cuestión de “bueno, ¿y qué hago con esto?”. No debo haber hecho algo muy feliz. Intenté o planteé algo: “¿realmente te parece que eso resuelva la cuestión, que eso es correcto?” O no sé, alguna cosa por el estilo.

Algo ahí se interpuso a la persona y ciertos ideales, y ese hombre dejó de venir. Yo creo que ahí hubo algo del orden de la resistencia mía, de no poder escuchar eso.

Claro, uno dice: “¿Pero cómo, un analista va a dejar libremente que alguien haga?”. No es algo que se plantee todos los días. Vuelvo a decir: en treinta años de experiencia, fue la única vez que se me planteó una cosa así. Y ahí yo no pude leer si había alguna otra cosa, si había una escena, si había una enunciación, dónde estaba la enunciación.

No creo que ese hombre haya matado a nadie. Realmente no creo que estuviera ni en condición ni dispuesto. Y alguien que va a matar a alguien no se lo viene a contar a su analista, pasa en las películas eso en general. Pero puede haber otras cosas, y un analista no puede juzgar.

Si un analista se pone a juzgar en función de ciertos ideales o principios morales, pierde su lugar de analista. Como analista, si uno dice “elijo esto porque me parece que tengo que hacerlo”, es una opción. Pero lo que es claro es que se pierde el lugar de analista ni bien uno juzga al otro.

Y esto se da, porque hay situaciones en la práctica hospitalaria, o en la práctica privada, o donde sea. Alguien que vende droga, o que está en algún tipo de chanchullo, que está en cosas poco santas o sucias. Ahí uno tiene que elegir si quiere seguir atendiendo a esa persona o no.

Uno puede decir “No, mirá, yo así no te puedo atender, en estas condiciones no”, o, “Si vos insistís en esto yo no puedo, no puedo sostener esto”. Pero un analista no puede juzgar.

Pero que no juzgue no quiere decir que no le importe nada, o que le dé lo mismo cualquier cosa. Y es un tema muy delicado. Yo sé que, por ejemplo, en la cátedra de Ética en la facultad lo plantean…

Te contaba antes cuando vino un tipo a consultarme y a la segunda entrevista me dice: “Yo soy amigo de Videla; y yo lo defiendo, y yo lo banco…”; y yo no le dije nada en especial, pero algo debo haber hecho, o dicho en la entonación, y ese señor no volvió, no volvió nunca más. Ni yo me entristecí porque no volviera.

También uno puede decir, y lo he hecho alguna vez: “Yo en estas condiciones no puedo trabajar con usted”.

Pero sí me parece que hay algo muy complicado con esto del juicio. En el sentido de si está bien o está mal, si es culpable o inocente, si es correcto o incorrecto. No son cuestiones que se jueguen en el análisis.

Aunque dicho así suena muy feo, ¿no? Yo sé que por ahí si es algo que se escucha en el decir cotidiano, uno diría “No, ¿pero cómo?, entonces a los analistas no les importa nada, da todo lo mismo”. No, no da todo lo mismo. Justamente, tiene consecuencias. Y uno puede hablar de eso, de las consecuencias.

Decir, se puede decir casi todo. Casi todo, me parece a mí. Pero el asunto es cómo se enuncia y cómo se retoma eso después. Porque, además, de hecho uno dice un montón de cosas que no sabe que está diciendo. El asunto es si uno puede retomar eso después.

Es esto de que también un analista puede y debe preguntarse en algún momento “Bueno, ¿en qué baile estoy metido?, ¿a qué estoy jugando?, ¿qué es esto?, ¿qué está pasando acá?, ¿dónde estoy?”. Y eso es lo que puede dar algún viraje en la cuestión a veces.

Pero lo que me parece que no corresponde… No, no es que no corresponde, sale del marco de la práctica analítica decirle a alguien: “No, vos esto no lo podés hacer”. Sí uno puede decirle: “Si vos hacés esto, pueden pasar estas cosas, o puede tener consecuencias ¿a vos te importa, no te importa?”.

O uno puede decidir salirse del lugar y ponerse a hacer algo en concreto. En un paciente que está brotado y uno piensa que está corriendo un riesgo, bueno, uno por ahí va y lo interna. Pero eso no es un acto analítico.

Quizás retroactivamente se pueda dar una vuelta y en su momento eso pueda parecer que sí, que eso tuvo cierta función en relación a un acto analítico. Pero, en principio, es un acto casi administrativo, o médico.

Pero, por ahí uno dice: “no, a este tipo hay que internarlo, o hay que medicarlo”. Y ahí uno no está como analista. En principio, por lo menos. Lo cual no quiere decir que no se haga y que no esté bien hacerlo, yo no digo eso.

Lo que me parece importante es distinguir en qué momento uno realmente deja que pase algo de esta función del analista. Y a mí me ha pasado de internar a un paciente y que, tiempo después, algo de esa internación vuelve, aunque sea como un reproche.

Y algo de eso se puede dar, hacer entrar en otro modo de decir, y hasta puede surgir de ahí: “Está bien, fue una porquería, fue una macana, sin embargo, eso permitió tales o cuales cosas”. Y eso pasa.

Entrevista realizada por Iara Bianchi.

Leonardo Leibson

Leonardo Leibson 
Psicoanalista

Iara Bianchi

Iara Bianchi 
Directora Editorial. Psicoanalista

Dejar un comentario

CONTACTO

Son bienvenidos todos los comentarios y sugerencias que nos quieras hacer! Te responderemos a la brevedad.

Not readable? Change text. captcha txt

Start typing and press Enter to search

×