“Hoy el empuje fundamental no va en la dirección del sacrificio, va en la dirección de gozar lo más posible”.
Domenico Cosenza responde:
Transcripción del video:
Ahora estamos en otro tiempo. En el discurso capitalista no se produce más la operabilidad central de la función paterna sino que hay más de esta centralidad de la función del goce. El problema de los nuevos síntomas es el hecho de que se trata de síntomas que padecen de un goce demasiado fuerte, en exceso, que el sujeto no puede encontrar la manera de limitar.
Hay una nueva versión del Superyó… El Superyó contemporáneo se presenta en mayor medida con la cara del ‘goza’, no con la cara del ‘debes’ —el empuje a no hacer (tal o cual cosa, un límite que implicaba un sacrificio)—. En la época de la centralidad de la interdicción, el empuje era a “no hacer”, al sacrificio. Hoy, podemos decir que el empuje fundamental no va en la dirección del sacrificio, va en la dirección de gozar lo más posible.
El problema no es el goce porque el goce es parte de la vida humana. El problema es cuando el goce deviene en una ley feroz. La cuestión es que una sociedad que no se estructura sobre un principio de interdicción, no permite al sujeto hacer una experiencia de pérdida que es esencial para que pueda funcionar en la dimensión del deseo. Este es el problema. Cuando no hay pérdida, no hay deseo. Hay solo goce. Hay goce sin deseo. El goce sin deseo no permite al sujeto encontrar una solución de verdad singular a su existencia.
Por esto, todas estas soluciones de masa que se han producido a partir de los años sesenta, sobre todo en la experiencia de los sujetos a partir de la conjunción puberal nos indica, precisamente, que algo en este punto preciso se ha modificado. Esto lo digo porque, como sabemos, el desencadenamiento de las principales formas de los síntomas contemporáneos —la toxicomanía, los trastornos alimentarios—, se produce como respuesta a algo que fracasa en la conjunción puberal. Es decir, en el nuevo encuentro del sujeto con la pulsión. Encuentro que se puede producir cuando el cuerpo se transforma y deviene un cuerpo que no es más el cuerpo de un niño.
El problema de lo humano es que no sigue completamente a la biología: el cuerpo puede transformarse, pero si el sujeto no dice “sí” a esta transformación, la cosa no funciona. Por ejemplo, en la anorexia, precisamente pasa esto: el cuerpo se transforma, pero el sujeto no llega a decir “sí” a esta transformación; y cuando encuentra los primeros fracasos de la vida amorosa o sexual, o las primeras experiencias traumáticas de pérdida, el sujeto no sabe aceptar lo que pasa y responde con una solución que introduce como una “marcha atrás”.
La psicopatología nos muestra una tendencia de la normalidad en una versión exagerada. Es lo que nos decía Freud cuando analizaba en masoquismo para volver a pensar la pulsión de muerte, por ejemplo, como algo que pertenece un poco —en cierto grado— a la manera de funcionar de cada uno de nosotros.
Entrevista realizada por Iara Bianchi.
Domenico Cosenza
Psicoanalista
Iara Bianchi
Directora Editorial. Psicoanalista
Domenico plantea con mucha claridad -una de sus grandes virtudes- el drama contemporáneo del superyo. “Heredero del ello”, Freud ya supo vislumbrar lo que hoy es un mal cotidiano. Que la búsqueda de satisfacción se haya convertido en una orden, en lugar de un deseo, es una forma nueva de esclavitud.