“Hoy día, cosas que antes eran consideradas perversiones han sido desmedicalizadas, despenalizadas. Ya nadie va preso o tiene que hacer un tratamiento hormonal, como le pasó a Turing o a Oscar Wilde, por homosexualidad. “
Gabriel Lombardi responde:
Transcripción del video:
Es un tema difícil porque perverso, en principio, si se lo busca en el diccionario María Moliner o en el diccionario de la Real Academia, se encuentran definiciones tales como “persona mala, dañina, que le gusta hacer mal a los otros”, y no es para nada el tipo de definición que usaría yo en el ámbito de la investigación psicoanalítica.
Mi interés por las perversiones fue relativamente tardío. Después de haberme interesado en la neurosis y en la psicosis, y creo que llamado por la insistencia con que Lacan habla de neurosis, psicosis, pero también perversiones, armando un trípode, una tríada nosográfica, que yo no entendía muy bien el porqué… Sabía que el neurótico es alguien analizable en sus síntomas. También había hecho la experiencia de trabajar analíticamente con algunos tipos de psicosis, pero me quedaba la pregunta respecto del porqué la perversión, por qué Lacan puede llegar a decir que el síntoma es analizable en las neurosis, en las perversiones y en la psicosis –lo dice más de una vez.
Investigando sobre el tema me encontré con que la perversión en Lacan no es un juicio de valor, no es algo que se opone a la moral de las buenas costumbres sino que, un poco siguiendo lo que viene pasando en el ámbito médico y en el ámbito jurídico, la forma de lo que se considera perverso ha ido transformándose, ha ido cambiando y hoy en día hay cosas que antes eran consideradas, en el discurso común, ‘perversión’ que han sido desmedicalizadas, despenalizadas. Ya nadie va preso o tiene que hacer un tratamiento hormonal como le pasó a Turín o a Oscar Wilde, en Inglaterra, por homosexualidad. Eso ya no figura en los DSM y nadie va preso por homosexualidad, por lo menos en algunos lugares del mundo.
Hay otras perversiones que sí permanecen todavía catalogadas como cosas nocivas, como algo que está mal, sea porque son nocivas para sí mismos o sea porque son nocivas para terceros. En el DSM V todavía existe un capítulo que se llama Parafilias donde se considera que el sadismo, el masoquismo, el voyerismo, el exhibicionismo, pero sobre todo la pedofilia y algunas otras formas de conductas posiblemente peligrosas para terceros pueden ser consideradas como algo que debe ser tratado, que debe haber intervención social allí porque hay algo que no está bien.
Desde la perspectiva del psicoanálisis me parece que sobre todo tomamos el criterio B del DSM V. El criterio A refiere a conductas desviadas respecto de lo que sería normal en la sexualidad y el criterio B responde a en qué punto es algo dañino, perjudicial, para sí mismo o para terceros. Sobre todo nos interesa, me parece, el segundo criterio y que la perversión puede constituir un síntoma.
¿A qué le llamamos síntoma en psicoanálisis? A ese punto de desacuerdo del sujeto con su propio accionar, con su propia conducta, su propia posición en el deseo. Entonces alguien que durante un tiempo ha podido sentirse bien con la realización de sus fantasías en el marco acotado de un escenario perverso no diríamos que sería un síntoma analíticamente abordable o elaborable, pero puede pasar que ese mismo sujeto tiempo después se encuentre con que lo que puede realizar en el marco acotado de la fantasía cuando intenta pasarlo a un nivel sublimatorio, un nivel donde el deseo no es cortocircuito, no es algo tan corto, lo podríamos comparar con la eyaculación precoz, sino cuando exige un circuito socialmente más amplio, más elaborado y verdaderamente requiere de la participación del deseo del otro, o sea de lo interesante, del placer entre un deseo y el del otro, eso hace que el sujeto se angustie, se divida, se sienta muy mal, esté muy disconforme con su vida, con su accionar, con su realización.
Entonces, también alguien que hasta cierto momento de su vida estaba conforme con lo que podía realizar en su trabajo, por un lado, o en sus vínculos de amor, por otro, y en sus realizaciones de la fantasía en el pasaje al acto llamado perverso, puede atravesar un momento en el que está completamente en desacuerdo consigo mismo; ahí se constituye el síntoma y ahí es cuando el analista es llamado a intervenir. Nos consultan, muchos, y sobre todo ahora que ya no reciben la atención ni del médico ni del juez. En general, la perversión es un juego menor, es un juego de simulación, de máscaras, de realización de la fantasía. El neurótico en el discurso común idealiza la perversión y la verdad que la perversión no es lo que se pensaba.
Hay realización en el deseo perverso?
Por supuesto, pero lo realiza en un espacio acotado, secreto por lo general, que es una emisión esencial de la perversión. Ese secreto à proprement parler, dice Lacan. Es decir, ‘para hablar con propiedad’, prestándole atención a la raíz de la palabra, a la historia de la palabra. Secreto viene de ‘secernere’, de tamizar lo que podría poner en cuestión ese velo, esa presencia fálica que se juega en el fetiche, en el látigo, en la experiencia perversa cualquiera que sea y que para realizarse tiene que realizarse en un escenario muy acotado, muy preciso; si no, angustia, división subjetiva, síntoma.
El perverso efectivamente realiza, pasa al acto. Incluso pasa al acto ya en la enunciación, como lo destaca bien Serge André en su libro La impostura perversa, que ya en la enunciación de la fantasía el perverso pasa al acto. Allí comienza el pasaje al acto porque la impudicia de un lado incide sobre la producción del pudor del lado del otro. El pudor es amboceptivo, dice Lacan, de las coyunturas del ser, en ‘Kant con Sade’. De manera que si hay pudor de un lado induce a la impudicia del otro, y si hay impudicia de un lado induce al pudor del lado del otro. El perverso juega con eso, juega a la división del otro; y mientras eso funciona es la solución por vía de la fantasía que es terapéutica. Siempre la fantasía parece terapéutica pero es una terapia breve y que no va muy lejos en general. Cuando el perverso quiere salir del escenario acotado de la perversión y quiere pasar a hacer lo mismo a nivel de una realización artística, muchas veces no le sale, se angustia.
A lo mejor habría que cambiarle el nombre porque ‘perversión’ suena al discurso común de una manera que impide ubicar lo específico de ese tipo clínico. Lo específico de ese tipo clínico no es que haya un fetiche, que también se puede valorar y disfrutar en otro tipo clínico o en circunstancias normales de la vida. No hace falta llegar a sintomatizarlo todo. ¿Quién no tiene algún gusto particular por distintas cosas? Puede ser por la lencería o por determinado tipo de vestimenta… Es normal. Y con toda la variedad que eso pueda implicar según las modas, las épocas, las edades, los gustos personales. ¿Pero qué es lo específicamente reservable a eso que llamamos con Lacan, siguiendo a Lacan, perversión? Pero que podríamos llamarle de otra manera, anaclitismo… Quizá habría que inventar otro nombre para sacarlo de la moralina. Lo específico de eso es que, por un lado, pueden realizar en cierto escenario acotado lo que el neurótico solamente fantasea pero, sobre todo, lo más importante es que el perverso o el anaclítico, resuelve su división subjetiva dividiendo al otro. Creo que eso es lo más característico, ese dividir al otro para tratar la propia división subjetiva es algo que encontramos característicamente en la perversión. Uno podría decir ‘¿y no está también en la esquizofrenia o en la psicosis?’ Sí, también está. Entonces allí la distinción no es entre neurosis y perversión sino entre perversión y psicosis. Pero para eso también tenemos un indicador nítido que es la forclusión o no del nombre del padre, haber tomado o no al padre como término del amor, haberlo incorporado como el primer amor o no.
Entrevista realizada por Iara Bianchi.