“La dimensión autoerótica del goce es mucho más fuerte que la que está presente en la dialéctica de la vida amorosa, donde también hay una dimensión autoerótica, pero siempre se trata de un autoerotismo que necesita de la presencia del otro.”
Domenico Cosenza responde:
Transcripción del video:
No hay amor si no está la dimensión del deseo y del goce.
El problema es que el amor deviene posible si hay algo que falta en la vida del sujeto; y si el sujeto puede encontrar a alguien que para detalles muy contingentes que él mismo no sabe explicar, pone este alguien que ha encontrado precisamente en la posición del objeto que falta.
Es una magia, pero se produce en la vida de cada uno algunas veces. No es muy frecuente. Cuando se produce esta coyuntura, se produce algo del orden del amor, que claramente implica no solo el encuentro sino también la construcción de un lazo…
El objeto amado ocupa el lugar del objeto perdido. Entonces ocupa, precisamente, el lugar del objeto que causa el deseo. La ilusión del amor es que este hombre o esta mujer, que encuentro y para el cual experimento un deseo especial, se coloca precisamente en este punto. Deviene este hombre o esta mujer lo que me falta. Es una magia. Es una ilusión. Pero es una ilusión que se produce. No es una construcción del imaginario, es algo que tiene también repercusiones en lo real. Entonces, este es el punto.
El problema es que cuando el sujeto no hace la experiencia de la pérdida del objeto de amor, deviene algo complicado. Porque si no hay objeto perdido, no hay espacio para que alguien pueda ocupar el lugar del objeto que causa mi deseo. Este es el problema del amor en la contemporaneidad. Sobre todo en este campo de la nueva clínica.
Esto no permite un lazo de amor que vaya más allá de la dimensión puramente imaginaria del amor —es decir, de ver en el otro el reflejo de mí mismo—, que es un componente esencial de cualquier lazo de amor. Cualquier lazo de amor tiene una dimensión imaginaria especular, pero el problema es cuando el lazo de amor se reduce a esto. Cuando se reduce a esto es muy débil, es muy frágil. Es suficiente que el otro no refleje mi imagen de buena manera para que el lazo se rompa.
El tema es muy complejo. Pienso que en lo esencial hay que distinguir una dimensión en la cual el sujeto está en condiciones de entrar en la dialéctica de la vida amorosa, y hay otra dimensión donde el sujeto no llega a esto y tiene que encontrar otras soluciones para gozar. En esta última dimensión, la dimensión autoerótica del goce es mucho más fuerte que la que está presente en la dialéctica de la vida amorosa, donde también hay una dimensión autoerótica, pero siempre se trata de un autoerotismo que necesita de la presencia del otro.
En aquellos que se les dificulta entrar en esta dimensión porque no han experimentado la pérdida del objeto en su experiencia subjetiva, es mucho más fuerte la dimensión del goce autoerótico: gozar con un objeto. Más allá de la cuestión del otro.
En lo contemporáneo, hay una tendencia muy particular a un goce desvinculado del otro. Esto sin llegar al campo de la psicopatología. Podemos ver, por ejemplo, cómo hay una tendencia más fuerte al goce solitario. Por ejemplo, hay algunos documentales muy recientes que se han producido en Japón sobre el tema de la sexualidad de los japoneses. Ahí se ve muy bien cómo esta tendencia es una tendencia social muy difundida, donde poder llegar a un goce inmediato es algo que es muy frecuente en la vida individual y pone a un lado el goce que se puede producir en el lazo con un partenaire.
El problema es no poder tener una relación con el goce que no sea disruptiva. Este es el punto. El hombre goza. “Donde hay cuerpo, hay goce” para el psicoanálisis. El goce es parte de nuestra manera de vivir. Sin goce no podemos vivir, pero hay un goce que va en la dimensión de la satisfacción, y hay una dimensión que siempre va en una dirección más inercial, destructora. Algo de esto está en nuestra manera de funcionar.
El problema es cuando esta dimensión toma una amplificación demasiado fuerte porque, cuando es así, el sujeto goza destruyéndose, como vemos en la toxicomanía o en la anorexia. Se ve muy bien como el sujeto goza destruyéndose: cuanto más se destruye, más goza. Es muy evidente. En la paciente anoréxica, cuanto más se acerca a las condiciones de riesgo de muerte, más goza. Y si intentas convencerla de que tiene que ir al hospital, se opone, no quiere.
—¿El borde con la muerte no es acaso lo más vivo en cuanto a pulsión, en cuanto a energía…?
Claro, pero el problema es que es una energía que produce un eclipse del sujeto. El sujeto deviene un objeto de goce. Completamente sumergido de goce. Como el toxicómano cuando tiene una sobredosis: el sujeto se eclipsa en este experiencia, no está. Se ve muy bien cuando uno habla con estos sujetos cuando están en estas condiciones límite. Están desconectados. Están fuera de discurso. No siguen lo que uno les dice.
—¿Están [en relación] con este otro…? Porque están la separación, la alienación… ¿no se terminarían de separar el deseo propio y el deseo del Otro? (Agrego en off: Si es posible tal separación en estos casos, sabiendo que nunca es total).
Sí, podemos decir que, en estas situaciones, están tan llenos de goce, que el Otro ya no existe. No existe el otro pero tampoco existen ellos mismos. Es una pura experiencia de goce destructor. Es así.
Lacan indica esto: “Cuando el sujeto quiere llegar al máximo del goce, encuentra la muerte”. Es una ley estructural. Nos da muchos ejemplos Lacan en su obra. Como en la película japonesa El imperio de los sentidos…Es una historia real, japonesa, de Tokio, que cuenta la historia de una pareja que quiere llegar al máximo del goce sexual. Para obtener esta experiencia, llega al punto de que en una relación sexual la mujer, de acuerdo con el hombre, corta el pene del hombre en su cuerpo y esto produce claramente el efecto trágico de la situación: la muerte. En este sentido, el principio de Lacan es muy preciso: cuando se intenta llegar al goce absoluto, se encuentra la muerte.
El problema es cómo poder llegar a un goce tolerable para el sujeto. A un goce que tenga un lazo con el deseo. Este es el punto importante para el psicoanálisis.
—¿Eso es lo que hace el psicoanálisis?
Absolutamente. Permitir a un sujeto una experiencia del goce que sea a medida del sujeto mismo.
—Hasta donde pueda tolerarlo o hasta donde pueda disfrutarlo…
Claro.
Entrevista realizada por Iara Bianchi.
Domenico Cosenza
Psicoanalista
Iara Bianchi
Directora Editorial. Psicoanalista