“A pesar de que en Buenos Aires creemos ser muy progresistas, en general yo diría que los psicoanalistas somos un poco bastante moralistas y retrógrados, un poco primitivos…
Hay una ley en Alemania, que dice que los menores de quince años sólo pueden tener actividad sexual en la casa de alguno de sus padres.
Es decir, que los adultos tienen que atender a las condiciones donde se desarrollan los juegos sexuales de los chicos o de los adolescentes. Por supuesto que eso no implica de ninguna manera el hecho de que sean abusados, todo lo contrario.”
Eduardo Smalinsky responde:
Transcripción del video:
Ya Freud habló de los juegos sexuales infantiles. Lo que pasa es que él advirtió algo del juego en la sexualidad, algo que se construye. Podríamos pensar que, quizás, ‘la perversión polimorfa’ son distintos modos de jugar que tienen los chicos. Hasta que en un momento, en alguna medida, los adultos adquirimos ciertos modos de jugar en relación a la sexualidad, que podría ser lo que constituye nuestros fantasmas sexuales. Y después tenemos esa especie de modos de enfrentarnos o de encontrarnos con lo sexual que nos permite jugar de ciertas maneras.
Pero eso es en el mejor de los casos. Si esto no se constituye y si, eventualmente, los chicos no pueden tener la experiencia de todo lo que podrían ser los juegos sexuales, probablemente de adulto tenga serias dificultades para enfrentarse con lo sexual, –porque carezca de aquellas representaciones o modos para poder lidiar con eso– para obtener algún tipo de disfrute y de satisfacción; y pueda tornársele terrorífico.
No es una cuestión ligada al aprendizaje, no es que no haya aprendizaje. Es curioso porque se aprende a jugar pero no se enseña. No lo enseña nadie. En general, más bien, jugar es una capacidad que uno va adquiriendo en la medida en que el otro o el ambiente nos ha dado posibilidades. Dentro de esa capacidad podría estar la capacidad para poder desarrollar también juegos de orden sexual, que uno puede o no tener.
De hecho, hay gente que tiene graves inhibiciones o una incapacidad completa para jugar en general o para juegos sexuales en particular. Pero no podría decir exactamente si es algo que se aprende, creo que es algo que se experiencia. En la medida en que uno pueda hacer una experiencia lo va incorporando o se va constituyendo en uno mismo. No creo que sea exclusivamente por identificación.
Uno, por ejemplo, lleva a un chico a la plaza y le dice: “Aprendé a jugar”. Ya va mal si uno lo planteara de esa manera. Si uno lleva a un chico a la plaza y le dice: “Bueno, vení que está lindo, hay un arenero… hay otros chicos, yo me quedo con vos primero y hacemos algo con la arena”; y después se acerca otro nene y le decís: “Mirá, me parece que quiere hacer algo con vos, pueden hacer algo juntos, pero yo no me voy… no te dejo acá, me quedo acá al ladito y vos, si querés, jugá con él”. Y uno puede ver cómo, en el mejor de los casos, pueden comenzar a jugar, pero al mismo tiempo el chico mira si el adulto está y sostiene la situación, porque si no juega ya con el chico, se va, el pibe se angustia y ya no puede seguir jugando.
Entonces son bastante complejas las situaciones que sostienen la situación de juego. Me acordé de una cosa… En Alemania hay una ley que es muy rara porque… A pesar de que en Buenos Aires creemos ser muy progresistas, en general yo diría que los psicoanalistas somos un poco bastante moralistas y un poco retrógrados, un poco primitivos. Hay una ley que dice que los menores de quince años sólo pueden tener actividad sexual en la casa de alguno de sus padres.
Es curiosa esta ley porque implica algunas cosas que para nosotros, en general para Buenos Aires, son tremendas. Primero, implica que reconoce que los menores de quince años tienen actividad sexual, cosa que está como implícito en la ley. Y después lo que dice, que es algo muy interesante, es que en el caso de que sean chicos de menos de quince años –no estoy seguro si quince o dieciséis–, esa actividad sexual tiene que ser en un lugar cuidado. Es decir, que los adultos tienen que atender a las condiciones donde se desarrollan los juegos sexuales de los chicos o de los adolescentes. Por supuesto que eso no implica de ninguna manera el hecho de que sean abusados, todo lo contrario.
Es curioso porque uno habla a veces con psicoanalistas porteños y en relación a la sexualidad dicen: “Está bien que tengan sexo; pero que no sea en mi casa, que vayan a otro lado, que yo no me entere”. “Que yo no me entere, en mi casa los únicos que podemos tener sexo somos los adultos; soy yo, mi mujer, mi marido…”, quien sea el adulto en cuestión. Y no tanto porque yo piense que tiene que ser en algún lugar en particular, sino que es muy interesante la idea de que esto se le reconozca a los chicos y que, eventualmente, los adultos no nos desentendamos ni creamos que, en términos de la ‘ley del Padre’ o de alguna cuestión así, la sexualidad está posibilitada solamente por una interdicción.
Por supuesto que hay cuestiones de orden simbólico que tienen que ver con interdicciones y con la prohibición del incesto y todas esas cosas que en general están bastante difundidas, pero también tienen que ver con lo siguiente: si uno va a generar y va a tolerar las condiciones para que se desarrollen ciertos juegos. Por supuesto que también: generar una intimidad, no ser intrusivos, no estar perturbados.
De hecho, podríamos pensar en todo lo que últimamente ha aparecido en la Argentina ligado a las leyes de género, a la diversidad sexual, la posibilidad de que personas del mismo género se casen…
Bueno, en todo ese tipo de cosas, en general, los analistas estamos en una posición muy atrasada. Tenemos muchas dificultades para pensar esas cosas, tendemos a unificarlas o a pensarlas como otro tipo de cuestiones; como ‘la caída de La Ley’. Tenemos un pensamiento francamente reaccionario. No como si se estuvieran generando nuevas condiciones incluso de sexualidad sino que, como contamos con un sistema binario, hay que aplicárselo a todo el mundo. “Entonces, o es nena o es nene”, como diciendo, nada de pensar diversidad sexual en el sentido de que haya incluso otros géneros. Tenemos una teoría del falo, queremos que todo gire alrededor del falo; y es una teoría. Podemos tener esa teoría o podríamos tener otras; y si no las tenemos, tendríamos que empezar a pensarlas porque se ve que podrían existir nuevas realidades que todavía no hayamos nosotros aprehendido.
Entrevista realizada por Iara Bianchi.
Eduardo Smalinsky
Psicoanalista
Iara Bianchi
Directora Editorial. Psicoanalista