”Yo me pregunto más bien qué pasa con el jugar en los adultos. Porque jugar en ese sentido no tiene que ver ni con que sea divertido o que haya juguetes, sino con la relación que establecemos con esa zona intermedia, con esa zona transicional. Podríamos decir que los adultos tendemos a ponernos formales, a ponernos solemnes.”
Eduardo Smalinsky responde:
Transcripción del video:
Hay un tema ahí que para mí sigue siendo un problema, un enigma, una cosa que me la sigo preguntando, con los colegas con los que trabajamos que pensamos mucho este tema del jugar.
Del destino de jugar, porque el jugar es una actividad que genera esta zona intermedia que es constitutiva.
Los chicos no solamente juegan porque se divierten sino que juegan porque se constituyen jugando y no hay en el mundo de los adultos ninguna actividad que tenga el equivalente de importancia que el jugar tiene para los chicos.
En ese sentido, podríamos decir que los chicos son más serios que los adultos. En el sentido de que tienen una capacidad y una concentración para hacer eso que los adultos vamos perdiendo.
Entonces, ¿qué pasa con el tema de jugar?
Winnicott dice que la cultura es heredera del jugar.
Sin embargo, no es lo mismo. Hay actividades de orden creativo… Creativo puede ser desde hacer música hasta escuchar una música o mirar pintura o pintar o hacer cualquier cosa de carácter creativo.
De hecho, podemos pensar que a veces hablar puede tener ese carácter creativo.
De cualquier manera, él, por ejemplo, marca que jugar es hacer. Y es interesante esa idea porque él cuando habla de que jugar es hacer, lo que estaría diciendo es que jugar no es ni sólo pensar ni sólo actuar, porque él piensa que el jugar es una integración psicosomática y normalmente la actividad humana tiende a ser disociada permanentemente.
Entonces, si bien se supone que en la cultura hay algo que deriva del jugar hacia la cultura.
Yo me pregunto más bien qué pasa con el jugar en los adultos. Porque jugar en ese sentido no tiene que ver ni con que sea divertido o que haya juguetes, sino con la relación que establecemos con esa zona intermedia, con esa zona transicional. Podríamos decir que los adultos tendemos a ponernos formales, a ponernos solemnes.
Son todas formas imaginarias más bien ligadas justamente al hecho de un interés por mantener una cierta imagen o una cierta identidad yoica que van en contra de la zona transicional de jugar.
¿Por qué? Porque uno está más preocupado por la imagen que tiene que por el hecho de lo que se va jugando.
Por supuesto que uno diría que el humor, que el chiste, están ligados al jugar. Sin embargo, podríamos decir que es muy difícil para los adultos continuar jugando.
Incluso nos parece que jugar es perder el tiempo, que jugar es algo poco serio.
Sobre todo si pensamos en que el jugar sería un hacer y tendría que, nuevamente, poner en juego esa integración psicosomática.
Entonces, si bien a veces uno con el lenguaje genera un espacio de juego, por ejemplo, Ulloa tenía un término; pensaba que el analista tenía que tener un estado mental de juego, algo así como tener esa disponibilidad para jugar.
Ese jugar puede darse de muchas maneras, pero uno podría pensar que en relación a que los chicos tienen menos problemas para ese hacer, en el sentido que no es que dicen ‘¿cómo lo hacemos hablando o actuando?’
Ellos no hacen esa diferencia. Cuando juegan, juegan. Hablan, se mueven.
Los adultos quizás sí pero ya tenemos, por ejemplo, un problema con el cuerpo. Tenemos un problema con el cuerpo porque entonces eso que no podemos hacer en general es porque hay algo ligado al yo que nos está pesando y que tenemos que gastar muchas energías en mantener esa imagen y entonces eso ya un poco nos actúa como algo que nos coarta en relación a lo que queremos decir, hacer.
No sé si ahí se entiende un poco la complejidad que tiene eso, pero para mí es una pregunta que es pensar: ¿cuál es el destino del jugar y por qué los adultos tenemos tantas dificultades para jugar?
Tenemos enormes dificultades para jugar.
Hay algo en lo femenino, también en lo femenino de los hombres, que a veces se lo piensa como lo histriónico.
Los hombres, en general, tenemos una tendencia… En general, somos más disociados, y eso es algo que atenta contra esta idea de jugar.
Las mujeres son menos disociadas, en general. Por eso dicen ‘ay, ¿por qué sos tan trágica?’ Son más expresivas.
En ese sentido, diría yo que tienen espontáneamente menos dificultades para producir fenómenos de integración psicosomática.
De hecho, a veces, cuando uno habla en términos de una histeria, dice ‘ah pero esta tipa, mirá, siempre le duele, le pasa algo’. No obstante, el cuerpo está más presente para esta forma de jugar.
Después, puede ser que hombres y mujeres les gusten juegos en el sentido más usual, pero lo que pasa es que los juegos no tienen mucho que ver con el jugar, con este jugar del que nosotros estamos hablando. Más allá de que a alguien le guste participar de juegos reglados o de ese tipo de cosas.
Algo tienen en común pero sería más bien otra cosa.
Entrevista realizada por Iara Bianchi