”Cómo la transferencia nos afecta, lo que nos hace sentir, lo que nos pasa, es algo que uno tendría que tener en cuenta desde el comienzo. Cada vez que uno se encuentre con alguien tiene que saber que le van a pasar cosas.”
Eduardo Smalinsky responde:
Transcripción del video:
Winnicott es un autor que tiene una característica, él incluso la dice: que es un ladrón de ideas. Porque le roba muchas ideas a muchos analistas y no los menciona. Cuenta que la mujer le dijo “tendrías que mencionarlo”. Y él le respondía que se olvidaba. Pero por lo menos decía que hacía eso.
No dice a quién se lo roba. Pero, por ejemplo, la obra de Winnicott está muy influida por Ferenczi. Dicen en algunos momentos las mismas cosas. Y no lo menciona a Ferenczi ni una sola vez en toda su obra. Una cosa que también es llamativa.
Lo que pasa con Ferenczi es que es un autor medio maldito en la historia del psicoanálisis porque fue muy cercano a Freud. Jones rivalizaba mucho con él, que fue así como el secretario de Freud. Pero me parece que Ferenczi era un tipo mucho más lúcido que Jones.
Y lo traigo porque a mí me parece alguien muy interesante. Es el que introduce… En realidad no lo introduce porque el primero que habla de contratransferencia es Freud. Pero él retoma esa idea y gran parte de su obra está atravesada por el concepto de contratransferencia.
Podríamos decir que en todo el lacanismo y en toda la crítica que el lacanismo hace a los postfreudianos, critican el concepto de contratransferencia porque, claro, parece que es el concepto que permite que el analista haga cualquier cosa. Como se supone que podría justificar lo que hace o lo que dice en función de cómo se siente, plantean que es algo tremendamente fantasmático como subjetivo.
Ahora, a mí me parece que hay un gran problema, ha habido en la historia del psicoanálisis. Sobre todo pensando en lo que primero Freud advierte, que es el peso que tiene lo transferencial, que es casi un elemento fundamental en el análisis. Si uno realmente se toma en serio eso que se supone que le va a ser transferido, suponer que los analistas tendríamos algo que nos permitiría escapar a los efectos de la transferencia es raro de pensar.
En ese sentido, cómo la transferencia nos afecta, lo que nos hace sentir, lo que nos pasa, es algo que uno tendría que tener en cuenta, a mi entender, desde el comienzo. Como si uno dijera: cada vez que se encuentre con alguien, tiene que saber que le van a pasar cosas.
No partir de que no le tienen que pasar. Creo que es completamente al revés. Uno tiene que partir de que le van a pasar cosas y que incluso si no le pasaran sería un problema porque querría decir que hay algo que no anda. Es decir, habría algo de la transferencia que está fallando brutalmente como para que uno no experimente nada.
Ahora, si uno reconoce (si lo pensáramos también acá, en una zona de juego) que es afectado por lo que le es transferido, entonces, podría decir de qué manera, en términos de lo que quiero hacer, de lo que queremos desplegar de esa zona de juego, cómo tengo que pensar esto que me produce lo transferido para que sea, llamémoslo así, operativo; para poder generar esas condiciones de juego o para permitir el lanzamiento de la transferencia o de la asociación libre o de lo que uno suponga que pasa en un análisis.
A mí por lo menos me resultó un elemento central el hecho de comenzar a trabajar y reconocer lo que le pasa a la persona del analista. Que no es posible suponer que se puede dejar afuera.
Por ejemplo, hay una cosa muy conocida que decía alguien que no me acuerdo quien supervisaba con Klein y que le dijo que la transferencia le hacía sentir determinadas cosas, y ella le respondió “bueno, para eso tómese una aspirina”. Como diciendo que eso nada tiene que ver con el análisis.
De hecho, hay una versión lacaniana que es muy semejante a esa, que es que lo que le pasa a la persona del analista es algo de orden fantasmático, que tiene que ver con los fantasmas de la persona del analista y nada tiene que ver con los análisis.
Clínicamente, por mi propia experiencia, podría decir que eso de ninguna manera es así. Lo que a uno le pasa tiene mucho que ver. Lo que pasa es que, en todo caso, de lo que estoy seguro es de que no es lineal la manera en la que tiene que ver. Sino que el analista es el que tiene que tomarse el trabajo de pensar y de advertir y de elaborar cómo lo que le pasa interviene en el análisis. Y, eventualmente, qué es lo que podría hacer con eso.
Si espontáneamente hay algo que va a parar a la transferencia, cuando uno hace como si la transferencia no lo afectara, paradójicamente lo llevaría todo el tiempo para el campo de la actuación. Y la actuación puede ser una actuación cliché. Por ejemplo, parecer un analista es un modo bastante paradigmático de actuación. O sea, como si hubiera un modo de parecer analista, y uno actúa de esa manera. Estaría en pleno acting.
Uno diría, en ese sentido, que gran parte de lo que hacemos los analistas a veces podría ser un acting. Y eso sería terrible. Porque no solamente que es un efecto deshumanizante y desubjetivante tremendo sino que es llevar el análisis al campo (así a veces se lo critica) más imaginario, más formal, más superficial.
Entrevista realizada por Iara Bianchi.
Eduardo Smalinsky
Psicoanalista
Iara Bianchi
Directora Editorial. Psicoanalista