Parte I: ”El problema está en que la psiquiatría actual mezcla todo, mientras que la psiquiatría clásica era un útil indispensable para el psicoanalista.” ”Las formas que tiene el sujeto de constituirse fuera del discurso cambian con la época.”
Parte II: ”No todas, ni de lejos, no todas las madres que tienen chicos con problemas graves están ellas afectadas por un problema grave.” ”Hay una paradoja en la maternidad: lo que la madre transmite no es lo que necesariamente le pasa a ella como sujeto.”
Héctor Yankelevich responde:
Transcripción del video:
PARTE I
Trabajé mucho con autistas y publiqué casos en donde los chicos que venían sin hablar y que venían sin caminar, se pararon, caminaron, comenzaron a jugar y hablaron. Eso no quiere decir que hayan ido a la neurosis. Es decir, en esos casos, en los casos de autismo primario, no secundario. Luego he tenido casos de chicos de autismo secundario en donde también dependen mucho de la familia, con quién se encuentra el chico, si las causas de autismo son contingentes a un duelo o la imposibilidad de la madre, del padre, de hacerse cargo de él.
El autismo analítico es el autismo donde no se puede comprobar que haya un problema genético, y aun así yo he mandado al hospital de niños en Francia niños que para mí no eran de ninguna manera autistas sino que se veía que tenían problemas genéticos. Hoy se sabe mucho, cada vez más. El problema está en que la psiquiatría mezcla todo, tenemos un grave problema los psicoanalistas con la psiquiatría actual. Mientras que la psiquiatría clásica era un útil indispensable para el psicoanalista porque a nivel descriptivo los grandes psiquiatras de la historia habían llegado a diferenciar los diversos tipos de psicosis, aunque cambian en la historia. Hay cuadros psicóticos que desaparecen y hay cuadros que toman más… Es decir, la forma que tiene el sujeto de constituirse fuera del discurso cambia con la época. Hoy en día no se ven más parafrenias, cosa que era muy común en el siglo XIX y primeras decenas de años del siglo XX, en cambio, se ve que la parafrenia confabulatoria es el hombre que se cree Napoleón, lo que no impide que vaya a su casa, vaya al trabajo, etcétera. Lleva una vida normal pero aparte se cree Napoleón. Tiene esa cosa de parafrénico de tener dos vidas, una en donde es el señor Juan Pérez y otra en donde es Napoleón. Eso ya no se da más. No se encuentran parafrénicos en los hospitales psiquiátricos.
El problema es que el psicoanálisis tuvo mucha oposición, tiene mucha oposición, explotada malévolamente por una generalización indebida que se hizo de la opinión de Bettelheim, que yo reivindico, a pesar de que el vocabulario de Bettelheim es de la psicología del yo, y es que las madres de los autistas son frozen-mothers, es decir, madres frías; pero no es que la madre del autista sea fría. La madre del autista se ocupa de él pero no puede pensar que no se está dirigiendo a él en su nombre. Yo últimamente he trabajado con un chico, de una pareja de gente profesionales de buen nivel, y la madre había hecho un duelo cuando él tenía dos años, un duelo muy duro. Ella no se dio cuenta de que atendiéndolo no se estaba dirigiendo a él. Empezó a consultar cuando el chico dejó de mirarla y dejó de hablarle, y dejó de hablar. En unos meses aquí cuando yo le conté lo que había pasado el chico empezó a buscar relaciones de nuevo con los padres y empezó a hablar. Pero se necesitaba de alguien que no fueran los padres porque no esperaba nada de ellos. Unos meses después, luego de haber superado el hecho de que él consideraba de que podía él tener hijos en el vientre, que yo le explico que no y porqué, los agarra a los padres, se para con un pie en cada pie de los padres y les dice ‘ahora no me van a olvidar más’, ‘no se van a olvidar más de mí’.
Otro caso: Un chico autista en Francia, antes de que yo me diese cuenta, porque sintió que la madre hacía transferencia conmigo y la madre estaba en un duelo melancólico hacía mucho tiempo, y él llega, después de las primeras entrevistas, hace varios dibujos y uno de ellos es un pollito saliendo del huevo, y al mismo tiempo había una madre, había una mujer en el dibujo, hecho guiado por -evidentemente, hubo inconsciente ahí ya en ese momento. Hace una cabeza, un cuerpo, un vientre y bebé dentro del vientre. En el segundo dibujo hay un pollito saliendo del cascarón. Es decir que tenía un saber de que había estado en el vientre de la madre y que estaba saliendo. Estaba saliendo a la palabra, el nacimiento es el nacimiento de la palabra. Efectivamente, unos meses después, siete meses después empieza a jugar con el espejo y antes de eso hace como que se toma en una taza una figurita suya, masculina, que yo digo papá, y luego comienza a cantar canciones infantiles y empieza a decirle a la madre ‘¿cuándo vamos a lo del doctor Yankelevich?’ y ‘en la escuela los otros no van a verlo a Yankelevich’. Yankelevich, en francés, es un apellido raro. El chico estaba realmente atento a la transferencia de la madre y es el hecho de que la madre tenía esperanza en el tratamiento que hizo que él se relacionara conmigo. Eso me lo enseñó él; yo me di cuenta mucho tiempo después. Repasando mis notas me di cuenta de que había una apertura al otro en él, solamente que la madre no podía dedicarse a él, no tenía investimiento en absoluto. Todo lo que ella podía tener investimiento estaba perdido dentro de ella, por su estado melancólico; no diría que es una verdadera melancolía. Pero su apetencia de lenguaje era tal que una vez el padre estaba muy mal y me dice: ‘mi hijo me hace escenas espantosas en la mesa porque está el televisor prendido cuando vuelvo a almorzar’. Él era dueño de una fábrica. Entonces yo le digo: ‘mire, yo entiendo que un hombre ocupado como usted, jefe de fábrica, un capitán de industria, cuando llega a su casa quiere ver el noticiero, pero le propongo un experimento de un mes. Ponga las noticias cuando vuelve en coche de la fábrica a su casa y, yo sé que usted tiene derecho, pero veamos qué pasa. Si no pasa nada, volvemos a que usted pone la televisión, prende el televisor durante el almuerzo’. Después me cuenta: ‘dejamos de prender el televisor y el nene estaba todo contento. No tuvimos más remedio que hablar de cualquier cosa’. Lo que el chico quería era que los padres hablasen. Ellos no podían pensar que el chico era ávido de palabras, y en lugar de estar gritando, haciendo escenas terribles en la mesa, rompiendo cosas y gritando, estaba contento, mirando como los padres hablaban. Pero para ellos era una experiencia muy difícil de elaborar de que el chico tuviera tal avidez de simbólico. Los hechos son irrefutables ahí. Yo me vengo a la Argentina, a los cuatro años de haber empezado el tratamiento -fueron vacaciones largas, la primera vez que volvía, claro, no me vio durante un mes y pico-, y cuando vuelvo la madre me llama y me dice: ‘mire, no voy a poder ir porque desde que usted se fue está con angina los antibióticos no han resultado’. Tenía el mejor pediatra que se podía tener, el mejor pediatra del lugar. Le digo: ‘mire, póngalo dentro de una frazada y tráigamelo un minuto’. Vino, envuelto en una frazada, y le dije: ‘estoy de vuelta, me fui durante mucho tiempo pero ahora estoy de vuelta y vamos a empezar a vernos de nuevo todas las semanas’. La madre se lo lleva y a la semana siguiente me dice: ‘después que lo vio a usted se le pasó la fiebre’. Eso no quiere decir que la angina sea psicosomática. Es una escuela de psicoanálisis tratar chicos autistas. Ahora, efectivamente, hay que hacerse idea de que entienden a pesar de que dan todos los signos de que no entienden.
PARTE II
Otro chico, hace un tiempo que estaba con uno de los fenómenos más duros. Se paraba al lado mío como si yo no existiera, no veía nada, mirada ausente. Hacía tiempo que venía, estaba mejor porque en la casa empezaba a moverse, empezaba a decir algunas cosas pero conmigo no tenía ninguna relación. Yo sí le hablaba, dibujaba lo que él hacía, le mostraba ‘mirá, esto va para tu carpeta’. Entonces empieza a estar angustiado, cosa que en un chico autista es una buena señal; empieza a haber pérdida de algo. Después, el padre me cuenta que no quiere irse a dormir. El padre era un ejecutivo que tenía que levantarse a las seis de la mañana, salir corriendo, trabajar doce horas, ejecutivo muy mal pago, en fin. Me dice: ‘me lo está haciendo a propósito, no puedo dormir; yo me tengo que levantar a las seis de la mañana y no duerme en toda la noche, y se rehúsa a dormirse’. El padre estaba frente mío y el chico estaba a cinco metros jugando, haciendo con cubos una torre. Entonces, le digo al padre: ‘no es que esté buscando que usted no duerma, perjudicarlo, no es mala voluntad; lo que le pasa es que tiene miedo que si cierra los ojos no va a volver a verlo nunca más; si cierra los ojos, él piensa que está en peligro de que no haya más nada, no verlo más a usted ni a la madre’. ‘Ah -me dice- nunca había pensado una cosa así’. El chico lo adoraba al padre, había padre y madre pero la madre estaba afuera. La madre estaba en el origen también del autismo. El chico que lo adoraba al padre, el padre que se ocupaba de él todo el tiempo. La madre no podía ocuparse. Se levantó y le dio una cachetada, no con la fuerza de la mano, con la fuerza de todo el cuerpo. Le dejó la mano plantada al padre en la mejilla. Ese chico había entendido mi interpretación, que él tenía miedo, si se dormía, de no despertarse. Entonces, le dije: ‘yo no sabía lo que tu padre me iba a contar y yo se lo explico porque vos me lo permitís, me permitís saberlo; entre tu padre y vos, me permiten saber cosas que yo puedo interpretar, pero tu papá no lo sabía’. A partir de ahí empezó a hacer dibujos. Él se había angustiado mucho. El origen de la angustia era que había visto un oso que amenazaba a un bebé, pero para él el oso era real; no tenía la diferencia entre dos dimensiones y tres dimensiones, quería romper el televisor. La simbolización que hace es empezar, hace un recuadro en la hoja y empieza a poner en las hojas de dibujo los nombres de los canales de televisión francesa y luego empieza a dibujar. Hace la serie de números y agarra la computadora del padre y empieza a hacer problemas matemáticos. Se transformó en alguien que resolvía problemas matemáticos desde los seis años, que el padre me decía que no los podía seguir. Eso es lo que se llama Asperger pero no es un problema genético solamente, es una resolución posible del autismo; es rara, minoritaria, pero es posible. Pero en realidad el chico salió del autismo cuando la madre me confesó su delirio. La madre no quería hablar conmigo. Yo me ponía en el suelo, me arrodillaba, me ponía las manos a modo de súplica… Eran católicos practicantes, cosa que es común en Francia; hay mucha gente que es católica practicante. La madre había tenido una historia infantil terrible. El padre era un tipo violento, borracho, y un día un hermano para proteger a su madre de los ataques de violencia del padre, lo acuchilla. No le hizo nada, pero ella le saca el cuchillo de la espalda. El médico cuando llega -la ambulancia con la policía llegan- dice: ‘no, no pasó nada, se deslizó por el omóplato, pero vos no tendrías que haber sacado el cuchillo porque eso sí, si hubiera estado bien clavado, ahí sí se moría’. La mandan a una escuela de monjas, a un internado. Cuando vuelve lo ve al padre en un casamiento grande. No era un casamiento, era una ceremonia católica francesa que no existe otros lados, se llama la comunión solemne, que es entre la comunión y la confirmación, que va la familia de toda Francia. Se reúnen doscientas personas porque es una ceremonia muy importante… Y el padre no la reconoce. Luego, cuando está embarazada, con este chico en la panza, el marido le dice: ‘querida todavía falta para el nacimiento, mi hermano va a tener un chico’. Entonces agarra el coche y se va doscientos kilómetros para el nacimiento de su sobrino. Ella decide en ese momento, digamos, lo tiene sola al chico; y cuando se lo dan -se lo presentan después del nacimiento-, ella piensa ‘vos sos como yo, no querés que nadie sepa cómo sos por dentro, cuanto antes mueras mejor’. Un tiempo después se da cuenta que deseó la muerte de su hijo y dice ‘esto es un pecado capital, es irremisible’. Es decir, ‘nadie puede salvarme de la condena eterna’. Yo le digo: ‘pero si usted hubiera ido a ver un cura, no sé si el cura de su barrio o algún otro, alguien inteligente tendría que haberle dicho que un pensamiento así no es irremisible’. ‘No, se lo conté a usted, no voy a hablar nunca más’. Encontré en Francia mucha gente que habiendo dicho, hecho o pensado algo, consideró que el pecado era irremisible y no se confesó nunca más. Se puso por encima de la autoridad de la Iglesia a pesar de ser una católica practicante; cosa que evidentemente no está bien si se es católico, ponerse por encima de. Cuando me contó eso el chico estaba a veinticinco metros en la sala de espera y a la semana siguiente había empezado a fonetizar. El delirio era el objeto que impedía la relación de la madre con el chico. Si la madre no ve una mejoría no hace transferencia, pero el chico necesita transferencia. Es una doble entrada que puede ser benéfica o maléfica, porque el chico está esperando si la madre tiene una expectativa, un comienzo de transferencia, y la madre está viendo si el analista dice algo que el chico va a escuchar y va a cambiar. No todas, ni de lejos, no todas las madres de chicos que tienen problemas graves están ellas afectadas por un problema grave. Hay una paradoja en la maternidad: que lo que la madre transmite no necesariamente le pasa a ella como sujeto. Está sometido a toda una serie de coordenadas. Una mujer que pierde el embarazo en vida de un hijo mayor y hace un duelo muy fuerte, no le vamos a echar la culpa jamás de lo que pasa, pero eso tiene consecuencias sobre el hijo; podría haberse enfermado de una enfermedad orgánica grave y no estar disponible tampoco, y eso también incide en el psiquismo, la formación de la estructura.
Entrevista realizada por Iara Bianchi.