El 28 de abril de 1967 Mohamed Ali se niega a ir a la guerra de Vietnam.
Cassius Marcellus Clay nació el 17 de enero de 1942 y fue, sin dudas, uno de los mejores boxeadores de la historia, sino el mejor.
“Soy el más grande porque lo dije incluso antes de que supiera que lo era.”
Campeón olímpico en Roma 1960, volvió a su ciudad natal Louisville con 18 años y una medalla dorada colgada en el pecho. Fue recibido por un héroe por una parte de la sociedad (los afroamericanos), pero esta distinción no evitó que fuera centro de discriminaciones en un país donde el odio racial dominó gran parte del siglo XX. Se cuenta que en una ocasión no lo dejaron permanecer en un restaurant por su color de piel y que, a modo de protesta, lanzó su medalla al río Ohio; historia, al parecer, más romántica que verdadera.
En 1964 se coronó campeón del mundo y poco tiempo después se convirtió al islam y cambió su nombre a Mohamed Alí (la pronunciación le ganó a la ortografía original: Muhammad Ali).
“En eso que estás pensando, te estás convirtiendo.”
Además de haber sido un gran campeón, fue también un extraordinario charlatán, posiblemente el mejor de todos en ese rubro (sólo igualado por Oscar Ringo Bonavena al que luego liquidó por Knock out sobre el ring). Pero sobre todo ha sido el más tenaz en sus convicciones. Tal es así que, en 1967, aun ante la posibilidad de ir a la cárcel y perder su título, se negó a combatir en la guerra de Vietnam por oponerse a las leyes de su nueva religión. ”No tengo nada contra esos vietcongs, ninguno me ha llamado nigger.” (Nigger sea, tal vez, el insulto más ofensivo que se le pueda proferir a un afroamericano).
Un año antes, Alí había presentado diferentes recursos para no ser enviado a combate alegando cuestiones de religión, pero sólo logró posponer un tiempo lo inevitable obteniendo prórrogas para defender su título.
El 28 de abril de 1967 se presentó en el centro del ejército de Houston, Texas, permaneciendo inmóvil y en silencio cuando era llamado por las autoridades a dar un paso al frente. “El verdadero enemigo de mi pueblo está aquí. No voy a deshonrar a mi religión, mi pueblo, ni a mí mismo al convertirme en un instrumento para esclavizar a los que están luchando por su propia justicia, libertad e igualdad.”
La situación fue más o menos así: Un grupo de futuros reclutas esperaban en fila a ser llamados por lista por un funcionario del ejército. Cuando llegó el momento de Clay, este no respondió. Se le repitió el llamado y la respuesta fue la misma: completo silencio.
Un oficial se le acercó y le anunció que negarse a responder era equivalente a desertar y que eso tenía como premio cinco años de prisión y una multa de 10.000 dólares. Alí lo comprendía perfectamente y fue detenido.
Como consecuencia de ello, la comisión atlética del Estado de Nueva York le quitó el título mundial y su licencia de boxeador. Esto se replicó en la mayoría de los estados del país.
Días después, el tribunal de Houston lo condenó a prisión y al abono de la multa. Hay que decir que Clay se mantuvo libre bajo fianza presentando apelaciones en diferentes tribunales y sólo pasó diez días en la cárcel de Miami por una vieja infracción de tránsito.
Durante esos años y hasta 1970 mantuvo los guantes colgados y viajó por el país como un ferviente activista a favor de los derechos civiles de la minoría negra. ”Si creyera que la guerra va a llevar libertad e igualdad a 22 millones de mi pueblo, no tendrían que reclutarme, yo me uniría mañana. No tengo nada que perder por defender mis creencias. Así que voy a ir a la cárcel, ¿y qué? Hemos estado en la cárcel desde hace 400 años”.
“Me inicié en el boxeo porque creí que era la manera más rápida de progresar en este país para un negro.”
Cuando por fin suspendieron su sentencia por “arbitraria e irrazonable”, las diferentes asociaciones deportivas de los estados le fueron devolviendo la licencia para boxear en todo el territorio estadounidense.
Alí logró conquistar nuevamente el título mundial diez años después haber sido suspendido. Lo volvió a perder, aunque esta vez sobre el cuadrilátero y en 1978, antes de retirarse y desgastado físicamente, lo volvió a ganar por tercera vez.
“No es fanfarronear si tienes con qué sostenerlo.”
Escrito por Pablo Reda