Los extraños son…
(conocidos en pandemia)
Por Ezequiel Achilli
“No nos une el amor
Sino el espanto”.
J.L. Borges
Quizás no exista momento más feliz, en la vida de un niño, que el celebrado en el día de su cumpleaños. Un niño alejado de sus abuelos por conflictos con sus padres recibió su canción de feliz cumpleaños desde su balcón. Todos los vecinos del edificio y quienes luego se sumaron desde enfrente lo celebraron con él. Era la sorpresa de su padre, quien lo había organizado vía el WhatsApp con los vecinos del consorcio.
Los artistas que comparten sus canciones. El DJ, el tenor al que por contar en su balcón llegó a ser noticia… Algo similar hace uno de mis vecinos, quien a la hora del aplauso[i]; al personal de salud, a la policía, a los barrenderos y demás trabajadores que se exponen, coloca el himno nacional para que todos lo cantemos y colorear esos aplausos… Todo el mundo en sus balcones, y también en los pequeños gestos que nacen y hacen lazo con esos desconocidos que pronto dejan de serlo.
Esperando, con la distancia que corresponde, en la farmacia, quien nos ponía alcohol en gel al entrar nos decía: —Andá por el pasillo tres, te va a atender Hernán. —Hola Hernán. Él siempre estuvo allí, en la farmacia que frecuento, y siempre me atendió, pero desconocía su nombre. Por otro lado, esta es la primera vez, desde que vivo en Bueno Aires, desde que llegué de un pueblo a los 18 años, en el que escuchaba “buenos días”, “buenas tardes”, por parte de un desconocido.
Más de treinta mil voluntarios, inscriptos, y otros tantos que no se inscribieron pero también colaboran con los adultos mayores, con compras, recetas, o simplemente con un llamado telefónico a diario…
¿Qué sucederá después de la cuarentena? Imposible saberlo, pero quienes “se conocieron” no podrán dejar de serlo.
Hoy el slogan es, muy necesario por cierto, Quédate en casa y todo pareciera estar más lejos, sin embargo, estamos más cerca, más cerca de los desconocidos, de aquellos con los que a diario nos cruzamos. Es como si esa pulsión social que no es originaría ni irreductible, como dice Freud en 1921[ii], nos llevara a armar otros lazos, diferentes, mientras que a otros los expone a ánimos cada vez más narcisistas y que la sociedad acusa como queriendo quitarse esa cuota de culpa propia o incluso desprenderse de algo de su maldad. Hay aplauso al personal de salud y al mismo tiempo no les permiten entrar en su “peligroso” consultorio si este se encuentra en el mismo edificio…
Otro slogan es el anunciado, en la solitaria plaza, por el papa; Nadie se salva solo. Sabemos que no podemos prescindir de los demás, porque por esos otros somos yo; “…y por eso desde el comienzo mismo la psicología individual es simultáneamente psicología social en este sentido más lato, pero enteramente legítimo”[iii]. Pero si somos un psicología social, al incrementarse un impulso el opuesto debería seguir el mismo camino, ¿por qué es una desgracia eventual, una catástrofe o pandemia, nos une con los desconocidos y al mismo tiempo nos aleja de esos mismos cuando ya no podemos recurrir su poder auxiliador o lo sentimos como amenaza? Paradójicamente, no es el núcleo familiar íntimo el que se fortalece ni se perjudica, tanto como el vínculo con los desconocidos. No creo que esto sea sólo solidaridad o maldad. La anomia disminuye y el otro entra en consideración porque si somos todos los que estamos en peligro, eso nos lleva nuevamente a ser semejantes.
Que nos toque a todos hace que sea más difícil considerarlo al otro un desconocido o incluso un enemigo. Cuando lo que nos sucede les sucede también a los otros, por un terremoto circunscripto a esa otra cuidad, a ese otro país, por ejemplo, el otro es otro y no es un semejante. De existir un otro hostil es, en este caso, un virus. En este caso, todos somos los otros o los otros no existen.
En un momento en el que las diferencias nos distanciaban cada vez más, y la igualdad era exigida e intentaba ser impuesta, la peste, como en un mito griego, nos hizo a todos volver a ver nuestra fragilidad y semejanza natural, y nos sacó de la grieta. Aprendimos a leer a Borges en la frase del epígrafe y lo individual parece desparecer aún más, pero ¿somos una masa o un grupo humano? La masa modifica la individualidad, y no al revés, ya que un grupo es más que la suma de las partes, pero a veces también lo impulsa un ideal, una amenaza.
Las pestes generan cambios sociales, resignación y renuncia (por lo tanto un giro en la cultura), pero también lazos nuevos y sobre esta peste en particular viene acompañada del deseo, del anhelo de un cambio y quizás sea por esto que el fenómeno de acercamiento exista en un momento de aislamiento mal llamado social. Debería llamarse distanciamiento físico. Si hay cambios en la psicología social los habrá también, indefectiblemente, en la psicología individual. Queda por preguntarnos, ¿cuáles serán esos cambios y qué posicionamiento tomaremos como psicoanalistas?
¿El mundo es ahora más chico o más grande que antes? A pesar que las fronteras se cierren lo que nos une para sobrevivir no es la masa sino un poder sin líder, y si podremos volver a preguntarnos, un poco más esperanzados, y como lo hizo Freud: “¿Y qué poder podría adscribirse ese logro más que a Eros, que lo cohesiona todo en el mundo?”. [iv]
NOTAS
[i] En Argentina, hasta hace un tiempo aplaudíamos todos los días a las 21 hs., ahora hemos dejado de hacerlo. Aquí rememoro el momento que duró varios meses. Continuamos confinados desde hace más de 120 días.
[ii] Psicología de las masas y análisis del yo.
[iii] Freud, 1921.
[iv] Psicología de las masas y análisis del yo.
Ezequiel Achilli
Psicoanalista