El escritor Yuval Harari dice algo muy curioso: “¿Cómo empezó el hombre a hablar? ¿Por qué empezó el hombre a hablar?”. A raíz del desarrollo vocal que se dio desde los monos hasta los seres humanos, ¡se empezó a chusmear! Los porteños enseguida queremos averiguar cosas del otro y es un interés genuino, es un chisme benigno.

Claudia Borensztejn nos relata en un video de 4 minutos por qué el psicoanálisis se difundió tanto en Buenos Aires. Primera parte de la entrevista realizada por Iara Bianchi. ¡Aquí el vídeo!

Transcripción del video:

Todos siempre nos preguntamos ¿qué pasó en Buenos Aires? ¿Por qué se difundió así? Y por supuesto que estuvo el espíritu de los pioneros. Rascovsky daba clases en el aula magna de la Facultad de Medicina, repleta, que es inmensa… Bleger fue profesor de Psicología. Enrique Pichon-Rivière estaba en el hospital. Todos tenían una militancia muy alta hacia la comunidad. Rascovsky fundó una famosa institución que se llamó Filium, que es una institución en donde se pregonaba, se predicaba la lactancia, la dedicación exclusiva de la madre al hijo, en una época en que las madres empezábamos a querer tener hijos y después trabajar rápidamente, y todavía continuamos en esa. Sin embargo, él insistía. “¿Qué son tres años en la vida de una mujer?” —decía, y a las madres no nos gustaba. Dedicar tres años completos es mucho. Aún así, esa prédica quedó.

Es seguro que fue la militancia de los pioneros la que difundió el psicoanálisis.

Luego, el espíritu porteño, que es un espíritu especial, muy cosmopolita, muy ansioso de novedades, con una mirada a Europa.

Y, además, el psicoanálisis tiene esa cosa medio melancólica, tanguera. Entonces, cayó como anillo al dedo en la cultura porteña. Después, por supuesto que se extendió en el resto de la Argentina… Hay instituciones psicoanalíticas de La Asociación Psicoanalítica Internacional (API) en Rosario, en Mendoza, en Córdoba y ahora en San Luis. Más las tres de Buenos Aires, son siete las instituciones psicoanalíticas de la API en Argentina.

También todo eso influyó en que prenda en la cultura profunda argentina, porteña.

Y por último, algo que a mí me interesó mucho y por eso lo dije en la Biblioteca Nacional, ahora están muy de moda los libros de Yuval Harari, que son divinos: Sapiens: De animales a dioses, Homo deus… Y él dice algo muy curioso: “¿Cómo empezó el hombre a hablar? ¿Por qué empezó el hombre a hablar?”. Porque fue necesario chusmear y decir ‘en esta tribu pasó tal cosa’, ‘este se casó con el otro…’ Cosas de chismes, digamos.

A raíz del desarrollo vocal de los monos a los seres humanos, si es que venimos de ahí —por lo menos, yo lo creo, me siento bastante cerca de un mono— se empezó a chusmear.

Y creo que el chisme en Buenos Aires es importantísimo. Somos muy chismosos, muy curiosos.

Una colega colombiana, divina, me contaba que se reunían a la noche en su casa, los cuatro —marido, mujer y dos hijos— y decían: “¿Qué información te extrajo un argentino hoy?”. Como dando cuenta de que, para ellos, era extraño eso de que se pregunte tanto: “¿Qué tal? ¿Cómo te va? ¿Cómo va tu trabajo? ¿Cuánto ganas? ¿Con quién te analizas? ¿Cuánto cuesta tu análisis?”.

Cosas que en otros países no se preguntan, pero nosotros somos chismosos…

Enseguida querés averiguar cosas del otro y es un interés genuino, eso es un chisme benigno.

Un verdadero interés sobre todo de los porteños, que hablas con cualquiera todo el tiempo, con el taxista… ¡Mirá si vas a hablar con los taxistas en otros lugares del mundo! En un viaje de acá a Belgrano le contás toda tu vida, y él a vos —si sos psicoanalista, en general, él a vos—.

Claudia Lucía Borensztejn
Iara Bianchi

Iara Bianchi 
Directora Editorial. Psicoanalista

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