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Entrevista a Beatriz Orellana

por Iara Bianchi

LA INFANCIA INVISIBLE

Conocí a Beatriz primero en la tinta que me salpicaba de imágenes en cuadros consecutivos; flashes de intensas experiencias de niños y con niños, vueltos relatos. Luego, en un café de Buenos Aires, donde el encuentro con la hacedora de historias eyectaba una sensibilidad y calidez acorde a lo fantaseado cuando leía su libro La infancia invisible. Me imaginé que Orellana había presenciado o vivido de alguna forma, quizá espiado con los oídos, esos trozos de realidad.

 

Tapa del libro de Beatriz Orellana.

Tapa del libro de Beatriz Orellana.

Iara: Beatriz, los relatos transmiten veracidad, emoción, impactan. Pareciera que estás allí presente por lo que se percibe entre las letras, no sólo por la descripción que podría hacer un observador directo sino que impresiona como si pudieras entrar en el ser de un bebé o un niño y hablar desde allí… ¿Cómo surgió La infancia invisible?

Beatriz: Yo soy fundamentalmente visual y emocional. Entonces, lo que veo y lo que siento es lo que recuerdo de los lugares. Si tuviera que escribir una cuestión en abstracto, no podría. Y este libro, nació… No tuve la intención de escribir un libro sobre niños. De pronto me dí cuenta de que lo que había producido era mucho sobre niños; entonces de ahí nació la idea de juntar los relatos y cuentos en un libro. Como ahora noté que tengo mucho escrito sobre viejos, quizá dé también para un libro en un futuro. Así surgió la idea… Relatos sobre los chicos, que más o menos tienen cierta homogeneidad porque todos apuntan al tipo de infancia desamparada.

I: ¿Cómo fue tu recorrido? ¿Qué te convocó a escribir sobre la infancia desamparada?

B: Bueno, yo soy psicóloga, también trabajé para empresas, pero digamos que primero, cuando yo me recibí, hace muchos muchos años, comencé como psicoanalista de niños. Después salí de la psicología y me aboqué al tema empresario. Cuando nace mi primera hija retomé la psicología y me formé en terapia familiar. Ese es mi recorrido profesional. Me ofrecen ingresar a la Sede Regional Norte de la UBA en Martínez, que se había inaugurado un edificio hermoso. La idea era formar un centro de salud para los estudiantes, que no resultó para los estudiantes porque ahí se cursaba el CBC, entonces los chicos no lo veían como un lugar de pertenencia. Salimos a la comunidad y estuve dieciocho años coordinando el equipo de familias. Hace unos cuatro años, cuando me retiro del grupo, empecé con la escritura. Acá (señala el libro) hay dos cuentos, por ejemplo, el cuento del niñito que está hospitalizado, que está basado en un niño que nosotros tratamos en el equipo: Los peladitos. Ese cuento surgió del primer día que yo aparezco en la fundación; me habían convocado para ayudar a las familias que estaban con niños en situación de enfermedad terminal. El primer contacto fue un sábado a la tarde, en un lugar donde todos los meses se festejaba el cumpleaños de “los peladitos”. Esa fue la impresión que yo tuve: cuando llegué allí había ‘’peladitos’’ que lloraban, otros que estaban “idos”. Fue muy fuerte. Quizás por eso da la sensación de que estos relatos salen de propias experiencias, pero son cosas que no viví todas. Otro ejemplo, el cuento del niño Hindú. Yo viajé a la India hace seis años, y tuvimos un niño que nos acompañó todo el tiempo que estuvimos en el Ganges, tratando de vendernos cosas. Su carita la tengo acá (lleva las manos hacia sus ojos como si el niño estuviera enfrente de ellos).

I: Hay escenas también que son sólo unos instantes y te transportan a una compleja situación de vida. Como el relato del bebé que dice ‘’caca’’ y pareciera que la escena que vive se confunde con su necesidad. Incluso me dio la sensación de que fue narrado desde la perspectiva del bebé.

B: ¿En qué pareja no ha ocurrido una escena así? Papás peleando y el nene en el medio… A mí me pasa, no sé si es por cierta formación que tengo, muy poquita, con temas espirituales, que me identifico. Puedo ponerme a jugar; como persona, no como profesional. Puedo sentir, por momentos ponerme en la cabeza del otro. Te cuento una pequeña anécdota. Tengo tres hijos. Mi hija menor que tiene 30 años, tiene dos nenes; uno de cuatro meses y otro de cuatro añitos. Estábamos en una plaza. Quedé impactada porque había dos chicos que jugaban a ‘’policías y ladrones’’; no era el clásico juego. Estaba muy ‘’modernoso’’. Uno corría al otro. Un alto flaquito corría a uno gordito morrudo, lo agarraba, lo tiraba al piso, trataba de bajarle los pantalones, le pegaba en la cola con unas pataditas, jugando. Entonces el otro le decía “no, no, no”, “por favor, por favor, por favor”, y se ponía con las manitos atrás de su cuerpo y entonces lo agarraba del brazo y lo llevaba por toda la plaza. En un momento dado, ellos suben a una de esas estructuras que de un lado tienen toboganes, escaleritas, unas cositas de madera para que los chicos corran, etc.  Localizaron cuál era la celda, había un espacio que los separaba. Uno queda preso de un lado y el otro estaba parado, tapándole la salida. Y después hay como un jueguito sexual entre los dos a plena luz del día.

I: Esta anécdota entre niños es interesante, y me lleva a preguntarte acerca de las situaciones entre adulos y niños. En tu libro planteás la cuestión sobre los derechos de los niños y también sobre ser testigo y no callar. Cito tus palabras: “¿Quién hablará sino?” Hay relatos que tienen que ver con lo legal, con el atravesamiento de situaciones de abuso que llegan a la Justicia. ¿Quiénes hablan y quiénes callan? Y, ¿qué dicen?, ¿qué callan?

B: Cuando uno trabaja en una institución hay temas que no se quieren ver, no se quieren denunciar y así nos toca. Sobre todo en algún caso puntual de abuso sexual en que de pronto el psicólogo está solo, no cuenta con el apoyo de los adultos cuidadores de los chicos, y más de una vez la institución tampoco te apoya. Un caso fue muy frustrante, y por eso dejé la institución; el equipo dejó la institución. Hay experiencias en algunos sitios, muy valiosas, diferentes. En el Hospital del Niños de Tucumán, eso está totalmente aceitado. En el aspecto de que llega un chico golpeado, un niño violado, lo que fuere, y se le da inmediata intervención con Servicios Sociales de la Justicia, es decir, en el Hospital de Niños de Tucumán, hasta ahora, esas cosas no se callan, se denuncian.

I: El tema es a veces qué pasa después de la denuncia, que puede ser otra frustración… porque hay hogares, pero no tantos ni óptimos en varias oportunidades.

B: Es otra frustración. El tema es qué pasa con el chico. Suponte que una niña es abusada por el padrastro, como un caso que tuvimos. Nosotros hicimos un trabajo muy intenso, de supervisión, hicimos reuniones con la mamá, involucramos a la abuela; cuando se enteró el padrastro, huyó, y en el momento que había que ir a la fiscalía, la madre se negó a hacer la denuncia. Y la abuelita se borró.

I: ¿Creés es aconsejable denunciar sin ningún apoyo de un familiar o responsable del niño?  

B: Podrías, si estás muy apoyado por la institución en la que estás trabajando. En un hospital de zona norte, hace más o menos unos diez años, había una médica que validaba los casos de abuso sexual. Validar quiere decir que es la que revisa e informa la situación del niño. Esta mujer trabajó mucho en el hospital, pero finalmente, se tuvo que ir por la cantidad de juicios que le hicieron los abusadores. Y ella era un pilar en el hospital, era la única que validaba.

I: ¿La institución no la apoyaba?

B: Sí, no tuvo mucho apoyo. Se tuvo que ir porque le hicieron un montón de juicios. En algunos lugares hay una corriente que ha creado ‘’el síndrome de alienación parental’’, que apunta a que las madres mienten un gran número de veces en contra de los papás, entonces, hay una protección hacia los varones, y muchos abusadores. Así como tenés el Colegio de psicólogos que no apoya esta ideología para nada, hay profesionales que sí.

I: Se pasa a extremos, ¿no? Porque también está el caso del hombre abusador y el hombre que no lo es y se lo acusa injustamente.

B: Claro, pero el chico está en el medio, sea real o no sea real. Entonces ahora se está dando mucho toda una cuestión de revinculación, es decir, hay que revincular al niño con el padre violento. Entonces muchas veces los chicos tienen que acercarse, ir de visita, con papás abusadores.

I: Se dan asimismo los casos de las madres que dejan pasar, como mencionaste anteriormente, los abusos a sus hijos…

B: Si, de una manera, son cómplices. ¿Sabés?, lo que pasa es que la palabra de los chicos es muy desvalorizada, porque de los chicos se dice “Ah, es fantasioso”, pero ningún chico va a decir cosas que no ha vivido, que no ha visto. Entonces hay muchas mujeres que si están en interacción con una pareja con ese potencial abusador, hay una elección digamos, inconsciente, es decir, en el armado de la pareja hay actos inconscientes que son muy difíciles de disolver. Sin una terapia, ¿cómo accede esa señora a entender por qué está con esta persona?

I: A veces tanto un golpe como un abuso de un hijo hace de punto límite, de algo que cambia.

B: Por suerte, si bien todavía no está totalmente manejada la situación, hay cada vez más denuncias, eso está bueno. Ahora estaba circulando un pedido de que no prescriban los delitos de abuso. Yo realmente no sé en cuánto tiempo prescribe, pero estaba circulando una nota que firmamos muchos, para que no prescriban.

I: ¿Qué hacer con los casos de abuso en los colegios?

B: Luchar por los derechos de los chicos, concientizar con el tema de la violencia hacia la mujer, lograr que algunos hombres que son maltratados pierdan el pudor de contar, hay que trabajar mucho con las familias. Las situaciones que hay en este momento en los colegios en algunas zonas, es muy dura. Conozco casos jorobados, fundamentalmente de deterioro institucional, que hace también que los chicos y los padres se confundan y pasen a ser los dueños de los colegios.

I: Y al profesional ético le queda trabajar en algún caso en particular y hacer lo posible para eso que le toca, que también es con mucho esfuerzo, ¿pero del uno a uno se llega a cambiar lo macro?

B: Si, no se llega. Puedo estar contenta si ayudé a alguien a cambiar su vida, pero como vos decís, desde el uno a uno no se llega. Habrá que elaborar otras cuestiones o profundizarlas que tienen que ver con la concientización y la promoción de una existencia saludable.

I: Para finalizar la entrevista, me gustaría invitarte a jugar…Orellana Beatriz - tapa libro

Si el Cielo existe… y te encontraras a Dios en la puerta, ¿qué le dirías a Dios al llegar? 

B: Que sea un poquito menos cruel, porque hay mucha crueldad en el mundo. Lo mires por donde lo mires, desde la religión que profeses, hay mucha crueldad.

I: Si fueras algún personaje de ficción o de la realidad, de la historia, actual, pasado, de libros, películas, ¿cuál serías y por qué?

B: Me gustaría ser Gustav Malher, el músico, porque es un tipo que en la música mete todo el sentimiento y lo transmite terriblemente al medio del alma. Me gustaría reencarnar en Malher.

I: Si tuvieras que ser algún elemento del reino vegetal ¿cuál serias y por qué?

B: Me gustan mucho los robles, por su fortaleza. Es hermoso, fuerte.

I: ¿Y un animal?

B: Me gusta la suricata porque tienen esa cosa graciosa medio de dibujito animado, que parecen tan mansitas pero están tan alertas. Y aparte son muy sociables, confían en el grupo.

I: Si fueras un súper héroe, ¿qué poder te gustaría tener?

B: Me gustaría el poder de cambiar cosas, cambiar para el afuera. Me gustaría tener como una luz, como una bola de luz, y sería mi amuleto. No sé qué súper héroe es.

I: No importa, creaste uno nuevo.

B: La luz viene rodeada de oscuridad. Para alcanzar la luz hay que atravesar una densa oscuridad. La luz nunca llega sola. Es lo último que aprendí y me encantó.

Beatriz Orellana

Beatriz Orellana 
Psicóloga. Escritora

Iara Bianchi

Iara Bianchi 
Directora Editorial. Psicoanalista

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