El 11 de octubre de 1830 la cantante Konstancja Gladkowska, amada de Frédéric Chopin, cantaba dulcemente arias de la ópera La donna del lago de Rossini en el gran Teatro Nacional de Varsovia, toda vestida de blanco y con una corona de rosas. Chopin la admiraba apasionado sin saber que esa iba a ser una de las últimas veces que la vería y la escucharía.  Acto seguido, en el mismo escenario, él tocó su Concierto en mi menor y su Gran Fantasía sobre Aires Polacos Op. 13. Se trataba del concierto de despedida del joven intérprete y compositor.

Chopin se marchaba de Polonia para un viaje de estudios rumbo a Viena y luego París. No pensaba que jamás iba a volver a Polonia, y que aquella despedida iba a ser definitiva, dejando allí la ardiente pasión por la joven cantante, musa de varias de sus obras memorables, con quien se habían conocido en el año 1828 en un concierto de estudiantes del Conservatorio.

A los 19 años, mientras componía su segundo concierto, Chopin le escribía a un amigo:

«Porque quizás para mi infortunio tengo ya la mujer perfecta para mí, a quien sin dirigirle palabra alguna, he servido fielmente ya por un año. Con ella es con quien sueño, y a cuyo recuerdo se ha escrito el adagio de mi concierto.»

Pero su búsqueda de no convertirse en una copia de quienes se ofrecieron como sus maestros, su voluntad de ser un creador, era lo decisivo ya desde antes de aquella partida. Por esta razón desde temprana edad, teniendo un talento inigualable pero aun faltándole herramientas técnicas, se había negado a tomar demasiadas lecciones de piano. Asimismo, en la Escuela Superior de Música de Varsovia se graduó cursando las materias pero sin acudir a las clases del instrumento.

Chopin eligió ser compositor trascendiendo los elogios locales, sin saber a ciencia cierta si esa decisión le haría perder a su primer amor. Luego de dos años de una sentida correspondencia con su amada desde el exterior, Konstancja se casó con otro hombre en 1832. Ella le escribió en una de sus cartas que él se iba para ser famoso y consolidado compositor pero que nadie lo iba a amar como lo amaban allí, en tierra polaca.

Los levantamientos en Varsovia contra la ocupación rusa fueron duramente reprimidos, causando muchas muertes, un mes antes de aquella ovacionada despedida en el Teatro. Años después, Chopin conmovido por los acontecimientos y en homenaje a los caídos, compuso la tan célebre Marcha Fúnebre (incluida luego en la Sonata para piano n°2 en si bemol menor op.35).

No sólo fue su determinismo frente a su deseo para con la música lo que le impidió volver a su tierra de crianza y su amor, sino también el determinismo frente a la ocupación. En París, al negarse a renovar el pasaporte en la embajada rusa, se tuvo que alojar como refugiado político perdiendo la posibilidad de regresar legalmente a su país. La gira educativa se transformó en exilio.

Varios datos de su biografía están en duda, empezando por su fecha de nacimiento (declarada por él y su familia como el 1 de marzo de 1810 pero que figura en su partida bautismal como el 22 de febrero del mismo año). También no hay certezas acerca del diagnóstico de tuberculosis, enfermedad que sufriría sus últimos años de vida, teniendo desde pequeño un cuerpo enfermizo. En aquel momento vivía con la excéntrica escritora George Sand, su segunda y última relación amorosa oficial, y los hijos de ella en Mallorca, habiéndosele recomendado el clima de las Islas Baleares para su salud. La incertidumbre se genera debido a que al ser una enfermedad muy contagiosa es llamativo que no haya contagiado a nadie de su círculo. Chopin rompió con la relación tras la impresión que le había causado interpretar que había sido nombrado en una novela escrita por Sand como un “gatito enfermo” (a través de uno de los personajes de la historia), habiendo escuchado la lectura de ella junto con su amigo Delacroix.

La oleada de dudas respecto de los datos de su nacimiento y su enfermedad también se hace presente en la ejecución de su obra. Chopin ha hecho uso por excelencia del tempo rubato en sus composiciones. Esto permitía la libertad del intérprete. La mano izquierda tocaba el tiempo exacto de la pieza, mientras que la mano derecha, que llevaba la melodía, se movía con autonomía. Este uso y búsqueda de libertad del compositor muchas veces fue mal interpretado llevando a una desnaturalización de su obra al leer literalmente sus partituras, perdiéndose los matices que producen el aura característica de su música.

Hombre de relaciones pasionales, y aparentemente extremadamente celoso, que no perduraron en el tiempo. Pero lo decisivo en la vida de Chopin fue la infatigable búsqueda y creación de ese lenguaje propio musical que conlleva la libertad de quien lo interprete rechazando convertirse en una copia de otros. Su estilo único como intérprete no era propicio para cualquier escenario por el modo de tocar en volumen no muy elevado y lleno de matices. Razón por la cual ha dado no demasiados conciertos en las salas y teatros, además de sufrir la presencia de un público multitudinario lleno de caras desconocidas. Nunca modificó esa relación con el instrumento a pesar de las críticas. Prefería los salones aristocráticos más pequeños y con gente conocida. La atmósfera que se creaba en aquellas veladas era mágica. Escuchar sus nocturnos a medianoche en un salón era como entrar en un hechizo en el que podía sentirse a través de esas notas algo del alma femenina.

El objeto de su fascinación era la voz femenina, especialmente en las obras operísticas. Tras escuchar las grandes obras en Paris quedaba enormemente embelesado; aunque fue empapado de la ópera desde niño, en esa ciudad podía ir a escuchar a todas las grandes cantantes. En su piano logró capturar la melodía del bel canto de la ópera italiana, en su textura, produciendo un ese bello colchón de sonido. Para sobrevivir económicamente dictó muchísimas lecciones de piano, actividad de la que no disfrutaba demasiado cuando se trataba de alumnos con dinero pero sin pasión. Creó todo un método y en sus enseñanzas transmitía la idea de que los dedos son como el elenco de cantantes de una ópera.

El canto de las mujeres aún se percibe en la música de Chopin aunque nunca haya escrito ópera. Seguro que entre ellas está la de Konstancja. Chopin cantaba con los dedos.

 

«No hay nada más odioso que la música sin significado oculto.»

 

Murió soltero, sin haber tenido hijos y sin dinero. Su amor era a la voz. Su célebre Marcha Fúnebre de la sonata op.35 fue interpretada el día de su entierro tras su joven muerte, a la edad de 39 años. Su cuerpo yace en París, su corazón en la Iglesia de Santa Cruz de Varsovia.

 

Escrito por Daniela Molini

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