Juan Dobón (Parte I): ”Las adicciones o las patologías del consumo son como el envés del capitalismo.” ”En una sociedad político – económica sostenida en el consumo y en la circulación de bienes, no es raro, sino más bien es funcional, que aparezcan patologías ligadas a esa política – económica de los ciudadanos.”

Juan Dobón (Parte II): ”La adicción, desde el psicoanálisis, es la relación de un sujeto con distintos objetos, que van desde objetos técnicos, a objetos bioquímicos, a objetos de consumo.”

PARTE I

“Patologías del consumo” es un término que acuñamos con un historiador, Nacho Lewkowicz, hace unos quince años, en el marco de un encuentro en San Martín de los Andes en el que nos preocupaba, en la reforma constitucional del año 1994, un articulado que incluía el artículo 42 de la nueva Constitución, que decía que los ciudadanos a partir de esa sanción pasaban a ser “consumidores”.

Nos llamó mucho la atención que el consumidor, como subjetividad social, tuviera rango constitucional. No tanto porque nos extrañara que el ciudadano consume, porque en realidad el consumo está en la estructura misma del capitalismo que habitamos en Occidente, pero sí que tuviera un rango constitucional al que le asisten derechos y deberes.

A partir de ahí extendimos esa lectura y comenzamos a ver que había una cantidad de fenómenos nuevos, ya no en el orden jurídico sino en el orden de la salud, y se extendían de la mano de los manuales estadísticos americanos de salud mental. Una cantidad de patologías y trastornos y síndromes que mediáticamente se difundían y se veía y verificaba el fenómeno del consumo de esas mismas patologías. Es decir, me refiero a la extensión indiscriminada, no que no exista, de la DV en niños, el TAG (Trastorno de Ansiedad Generalizado), los ataques de pánico, fobias, etcétera. Irónicamente, entonces, propusimos que si había un uso tan extendido del consumo de patologías, se podrían pensar las patologías del consumo.

Ahora bien, tu pregunta primera, si las adicciones pertenecen a esta época, diría que el consumo problemático está desde el origen mismo. Hay rastros en todas las culturas y antecedentes de consumo. Algunos de orden religioso, otros sociales y otros establecidos por el hábito de los ciudadanos de cada época. Mucho antes de la polis griega, es decir, ya en los clanes. Sin embargo, no tenían esta cualidad que nosotros llamamos “de la adicción”, sino, si tuviéramos que leerla desde un término actual, sería un consumo problemático, habría sujetos que, a través de ámbitos religiosos, no tenían ningún problema en el consumo y otros que se excedían. Esto es inherente a la psiquis humana, no a un sistema ni político ni económico.

Sin embargo, a partir del siglo XIX y bien entrado el XX, a través de algunas restricciones a esos consumos problemáticos comienzan a caracterizarse los consumos problemáticos como adicciones. En 1920, en Estados Unidos, la Ley Seca y el consumo de alcohol que se lleva a caracterizar como una patología. Por primera vez hasta ese momento, el consumo de alcohol en exceso, el alcoholismo, más que leérselo como un problema de salud era un problema social. El sanitarismo de los años XX, más la Ley Seca, introducen el consumo excesivo de alcohol y los daños que causa en la salud en la esfera de las adicciones. Y llegamos a través del siglo XX y en lo que va de este siglo a la idea de la extensión del problema de la adicción.

Ya en esa época, en las patologías del consumo lo que anticipábamos es que, en realidad, la adicción o las patologías del consumo son como el envés del capitalismo. En una sociedad políticoeconómica sostenida en el consumo y en la circulación de bienes, no es raro sino más bien es funcional que aparezcan patologías ligadas a esa política económica de los ciudadanos. Bien, por eso las adicciones se manifiestan claramente en un estadío como el actual, capitalismo financiero, de consumo, etcétera.

Lo que más nos preocupa, volviendo al campo del psicoanálisis, es cómo alojar a los sujetos que padecen un consumo problemático, mal o bien llamados “adictos” —que a mi criterio mal llamados adictos—, y cómo alojar a esos sujetos, cómo otorgarles una terapéutica a través de lo que cada uno pueda aportar. En mi caso, desde la práctica del psicoanálisis, en dispositivos atravesados por la salud mental. Para decirlo de otra manera, son dispositivos pensados desde la salud mental en la cual algunos sostenemos la práctica del psicoanálisis y alojamos a pacientes que tienen este tipo de problemática.

 

PARTE II

 

Según el paradigma que empleemos. Si empleamos el paradigma de la salud pública y de la medicina, es una enfermedad, es una patología —ahí sí no dicha irónicamente sino taxativamente— porque la Organización Mundial de la Salud y la OPS, la Panamericana, definen la adicción como una serie de estadíos que arriban a una enfermedad, cuyo estadío, podemos decir de la dependencia, se divide en dependencia psíquica y dependencia física, abstinencia y todas las problemáticas que se desprendan de esa abstinencia. Esa lógica que va de tolerancia, aumento de consumo, necesidad de consumir más, dependencia psíquica, dependencia física y abstinencia, caracterizan, en el orden de la salud pública, una enfermedad, una patología, un trastorno.

Desde el psicoanálisis no es que se piense que no es todo eso sino que se lo lee desde otro lado, que es la relación de un sujeto con distinto objetos, que van desde objetos técnicos a objetos bioquímicos, a objetos de consumo; y en esa relación entre el sujeto y ese objeto de consumo, vamos a decir así, o técnico, se establece una relación. Podés caracterizarla de dependencia, otros la caracterizan como de uso y abuso. Yo prefiero caracterizarla como uso-abuso o exceso o excedente.

Por eso no cesan de aparecer nuevas patologías de consumo o relaciones problemáticas con objetos tan disímiles como un clorhidrato, un alcohol, como el alcohol etílico pero también el alcohol del tetrahidrocannabinol, el cannabis, con una pantalla, con productos para adelgazar, con cirugías plásticas, con cirugías estéticas, con la adquisición de bienes, con la colección de objetos, con hidratos de carbonos.

Entonces uno dice: “Bueno, ¿qué es este universo donde hay adictos a un juego en internet como adictos a los hidratos de carbono?”. Ese uso y abuso lleva a una economía del excedente, podríamos decir, el excedente económico, como se llamaba de acuerdo al marxismo, plusvalía, queda del lado de aquel que lo provee, pero el excedente de dolor y de sufrimiento queda en el cuerpo del que lo consume. Por eso hablamos de consumidor-consumido.

Y bien, volviendo al paradigma médico, uno podría decir: “Será un uso y un abuso pero ese dolor determina también patologías, determina enfermedades”. O sea que yo creo que una no es sin la otra visión.

Entrevista realizada por Iara Bianchi.

Juan Dobón

Juan Dobón 
Psicoanalista

Iara Bianchi

Iara Bianchi 
Directora Editorial. Psicoanalista

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