«Vísteme despacio que tengo prisa».
Sobre el cuerpo y los afectos, lo que afecta al cuerpo…
RECOPILACIÓN DE FRASES escritas por Fernando Aduriz
Por Iara Bianchi
En su texto Somatizaciones de su columna semanal “Vecinos ilustrados” del diario Palentino, Aduriz escribe:
“El cuerpo habla a través de las somatizaciones, esto es, mediante el recurso de hacerse cargo de nuestros disgustos, testificando nuestros malos momentos en la vida. A todo ese conjunto de pruebas visibles (e invisibles) lo llamamos somatizar, que quiere decir que pasamos los malestares a la superficie y a los interiores/exteriores de nuestro cuerpo. Y enfermamos”.
“Si las excoriaciones, las neurodermatitis, las alopecias neuromecánicas, la alopecia areata, el bruxismo, son un lenguaje corporal, cabe una disyuntiva: o se traduce y descifra, o bien se medicaliza y cronifica”.
En el libro La ansiedad que no cesa, leemos: “La correlación entre angustia y tiempo nos da que la angustia es condición del acto, esto es, sólo cuando aparece ese efecto algunos sujetos pueden concluir su acto, antes no. Esperan la llegada de la angustia para obrar”.
Entonces, cuando la angustia toca al cuerpo puede ser un signo de un antes y un después. Quizá una de las formas de aliviar la angustia es percatarnos que “la prisa no es cuestión de tiempo”.
Una leyenda cuenta que Napoleón se encontraba acompañado de su ayudante momentos antes de asistir a un importante evento. Influido por el nerviosismo de querer vestir al intimidante hombre a toda prisa, el ayudante no atinaba a realizar correctamente su tarea, por lo que Napoleón le espetó: “Vísteme despacio que tengo prisa” (o, “que estoy apurado”). Este mismo hecho fue atribuido al monarca Fernando VII y también se le ha asignado esta frase a Carlos III. Lo que pareciera ser el origen de esta lección, al menos en su sentido, es el mandato que el emperador romano Augusto decía a sus ayudantes: “Apresúrate lentamente”. Según Suetonio —un historiador romano posterior a Augusto— , las palabras del emperador fueron las siguientes: “Caminad lentamente si queréis llegar más pronto a un trabajo bien hecho”. Hoy día, continúa siendo un consejo vigente. No cayendo en el “ahora más que nunca”, eslogan hartamente repetido en publicidades de todo tipo debido a la actual pandemia, podemos afirmar que ahora también como en otros momentos históricos es necesario parar para poder encontrarnos de otra manera. Son épocas de hiperconexión, de respuestas y demandas voraces en su celeridad; no obstante, vivimos más tiempo que nuestros antecesores… En relación a la prisa y al tiempo, estaríamos a mano. No habría por qué competir en contextos incomparables acerca de quienes tuvieron o tienen más o menos apuro. Eso sí, los humanos como entes en movimiento cambiamos las formas, ¿pero la sustancia? En palabras del autor de La ansiedad que no cesa: “el joven de nuestra época sufre de mal de amores (por otro lado, como siempre en la historia)”.
¡Tanto se ha dicho sobre la sustancia de aquello que nos vuelve humanos! Hay lecturas, no verdad absoluta; más bien, existen “verdades”. El psicoanalista y psicólogo Fernando Aduriz nos ofrece su lectura, con la destacable particularidad de facilitar la apertura a un entramado complejo, entre un cuerpo y quien lo porta, de forma accesible.
No siempre nos encontramos con cuerpos que hablan. Existen cuerpos mudos, atacados, amordazados, desnudos; también existen pieles que no llegan a conformar un cuerpo, y hay quienes creen controlarlo. Cuando el cuerpo habla, ¿se lo escucha?; ¿lo suficiente o demasiado? Somos hablados por un lenguaje a descifrar.
Al cuerpo lo construimos; el cuerpo habla, susurra, grita; no es un organismo sistematizado; goza, siente dolor y placer; lo decoramos o marcamos a la vez que nos marca. Estas cuestiones, entre otras, serán tratadas por Fernando Aduriz en la conferencia El bosque (quemado) del cuerpo. Afecciones somáticas y fenómenos psicosomáticos, el domingo 29 de noviembre y el domingo 6 de diciembre.
“Nosotros, psicoanalistas, nos ocupamos de los caminos que recorre el bosque del cuerpo, quemado por el encuentro con el goce. Este síntoma, que es aquello con lo que el sujeto cuenta, es al mismo tiempo lo más propio y lo más ajeno. Para cada uno, el síntoma es esa cosa suya, que le habla, pero desde otro lugar”. Éric Laurent
Fernando Martín Aduriz
Psicoanalista