EL JUEGO DE LA CREACIÓN Y DEL ANÁLISIS*
Por Guy Lafargue
Aquí comparto el marco práctico que he construido, y que ha constituido mi armadura teórica en la puesta en marcha de los Talleres Terapéuticos de Expresión, que llevé a cabo en el primer hospital de día en la región de Aquitania en Francia, y después, en el hospital psiquiátrico Charles Perrens en Burdeos, en el servicio del Doctor Blanc, entre 1972 y 1982.
Este marco se identifica hoy como un modelo de trabajo analítico/terapéutico, alternativo, a los modelos alimentados por el pensamiento fundador freudiano y de sus derivados.
He denominado este marco a veces “Expresión creadora analítica“, y otras veces “ART CRU” (Arte Crudo), dependiendo del contexto de mis intervenciones: terapéuticas, educativas, de formación, de desarrollo personal.
En mi práctica analítica he colocado, en el centro de la dinámica metamórfica, al juego de creación. La dinámica metamórfica es este trabajo de pasaje de un ser potencial “en devenir” en un ser “actual”, inscrito en la realidad, cualesquiera que sean las heridas afectivas y emocionales a las cuales fue expuesta una persona.
La “metamorfía” es el proceso de transformación, de actualización de las potencialidades humanas, esencialmente de nuestro potencial para la salud afectiva/emocional y para las capacidades de resiliencia inscritas en nuestra dotación biológica individual, afectiva, psíquica y social.
Los pensamientos que sostengo aquí son la culminación de cincuenta años de compromiso sostenido, en un primer momento en el recinto psiquiátrico del cual he hecho fructificar en dividendos extraordinarios; luego, en el campo de la formación de profesionales de Talleres de Expresión Creadora Analítica, y del análisis individual de personas con gran dolor afectivo. En esta ruta, he experimentado gradualmente, entendido, elaborado y apoyado en mi acción profesional, esta idea mayor según la cual la experiencia creadora es el epicentro tectónico del trabajo de la constitución del ser-sujeto. Y este modo de experiencia no tiene nada que ver con el arte.
Para mí, ‘epicentro tectónico’ significa concretamente el centro de fermentación de las materias afectivas que gobiernan ineludiblemente nuestra historia singular y su elaboración en una paleta de representaciones asimilables por la percepción en el juego de la creación.
La experiencia creativa es la modalidad fundamental de la acción mediante la cual el ser humano puede construirse y significarse como ser humano.
Sólo puede construirse como sujeto, es decir como el autor de sus actos (como sujeto del verbo), como el fundador de su humanidad, en este modo de experiencia. Esto es esencialmente cierto para los usuarios de la atención psiquiátrica, pero primero para cualquier persona con gran dolor afectivo.
El “devenir sujeto” es el trabajo singular que nos incumbe como ser humano. Es decir, como autor, deseando, consintiendo el trabajo de actualización de nuestras potencialidades. Esto presupone de parte de la persona, resolver frontalmente algo de sufrimiento afectivo paralizante de nuestra humanidad.
Guy Lafargue : “Le père de jumelles” (1983)
Arte CRUDO como marco establecido
El término Art CRU significa un marco experiencial/analítico establecido para el inicio y el desarrollo de la experiencia creadora, en tanto que es, de manera fundamental, el lugar donde se constituye el sujeto. ARTE CRUDO como experiencia, en sentido estricto: æsthetica; es decir, profundamente abierta, comprometida en y por el pensamiento sensible.
Si el Arte CRUDO es un marco construido, su estructura no está por lo tanto congelada en una institución rodeada de reglas intangibles. Sin duda, se trata de un marco pero de un marco de estructura flexible, (para retomar y honorar la expresión del profesor Max Pagès, mi transmisor “passeur” del trabajo analítico), cuyo juego armónico de elaboración se desarrolla a lo largo de la propia experiencia creadora. La institución en sí misma es un fruit-lieu de creación (“fruto-lugar”). La experiencia es el modo operante, su “lugar de ser”.
Utilizo explícitamente el término experiencia en la resonancia, anglosajona, winnicottiana, envuelta en el término experiencing, es decir, como el proceso del acto (acting) en su desarrollo significante. Es otras palabras, se trata del acto en curso como precipitado, condensación… del Deseo.
El Deseo siendo aquí lo que del vacío da lugar a la creación de un movimiento y de una forma. En este sentido, soy fundamentalmente experiencialista.
Gracias a mis maestros de pensamiento: Frédérick Nietszche, Carl Rogers de Donald Winnicott y Ronald Laing.
En mi opinión, cuatro determinaciones fundamentales impregnan e irrigan mi expresión personal y profesional: la experiencia, la creación, el análisis, la relación. Cuatro conceptos experienciales que fundamentan la estructura caleidoscópica del título que he dado a mi reflexión:
Experiencia creadora / Relación analítica
Experiencia analítica / Relación creadora
en la institución de cuidado
La experiencia es el lugar operativo de cualquier proceso de transformación dinámica de la persona. Ninguna transformación significativa satisfactoria de una persona puede nacer de un enfoque intelectual (de una enseñanza), ni de la identificación mimética a una escuela de pensamiento (y tal vez incluso especialmente cuando refiere a algo metapsicológico), ni de una ideología de aprendizajes comportamentales y del refuerzo condicional. Y mucho menos, del tratamiento de los síntomas producidos por el dolor afectivo usando moléculas psicolépticas o prescripciones “arthopédicas.”
El análisis
El marcador por el que se establece este marco experimental está dado por el término “analítico”.
La experiencia analítica es “la materia” y la finalidad de cualquier encuentro profesional entre el analista y la persona en la solicitud de resolución de sus sufrimientos afectivos invalidantes.
He elegido una vez por todas inscribir el término ” análisis ” en la cadena etimológica. La palabra análisis se refiere a la palabra griega analuein, que literalmente significa resolver. Esto descentraliza significativamente la inducción freudiana que circunscribe el trabajo analítico a la movilización anamnética por el proceso de asociaciones psíquicas. En francés antiguo, resolver conlleva la palabra souldre, que significa pagar el saldo. En cuanto a nosotros, en idioma lacaniano simplificado: tratar lo contencioso con las figuras afectivas originarias, con las “imagos“.
La dimensión creadora de la relación analítica – y la dimensión creadora dentro de la experiencia analítica- es la condición necesaria y suficiente de actualización del trabajo metamórfico. La dimensión Creadora se opone radicalmente aquí, a la dimensión instrumental que rige en gran medida el discurso institucional de la psiquiatría (Tosquelles, Oury, Gentis… ¡Socorro!). Y, en cierta medida, el de psicoanálisis.
La relación que se establece entre los dos socios de la labor analítica constituye el objeto de la comunicación analítica…, de toda comunicación analítica. Es, a la vez, el producto de la relación afectiva/emocional entre dos subjetividades interactuantes y productoras de una materia afectiva singular y de sus florescencias psíquicas. Es un escenario privilegiado de los movimientos emocionales, y esto, independientemente del contrato dado entre el analista y el analizante: de formación, análisis terapéutico, o educación.
El marco inaugural del Taller de Expresión Creadora Analítica
Cinco reglas básicas definen el modo de estructuración de la experiencia del Taller de Expresión Creadora Analítica por el profesional:
1) La enunciación inaugural de la invitación a centrar la experiencia creadora en la formulación ( la puesta en forma) de lo que la persona: experimenta, siente, concibe (de forma manual e imaginariamente) el Sujeto en la situación singular del taller; comprometido con lo que surge de sus sentimientos, sus emociones, evocaciones imaginarias relacionado con su propia historia, los resurgimientos “mnésicos”; y lo que emerge a partir de las comunicaciones relacionadas con otros participantes en el taller y con el facilitador.
2) La falta total de dirección de la producción del sujeto, y la abstinencia de cualquier intervención bajo la enseñanza técnica, de cualquier sugerencia temática, de cualquier corrección formal emocional, evaluación estética o moral. Es en la confrontación directa, no mediata, de la materia que el sujeto medirá por sus leyes intrínsecas, supuestos problemas técnicos derivados de la manipulación, y la resistencia a la evocación de ciertas formas particularmente comprometidas para él. Cuando me levanto para apoyar el trabajo de un participante, bajo ciertas condiciones que explico en detalle en mis relatos, siempre se establece un proceso de comunicación que juega en un plano diferente a la asistencia técnica; el cual es el de la relación intertransferencial.
3) Abstinencia de interpretaciones de los contenidos latentes de las producciones. Lo que no excluye por mi parte algunas intervenciones verbales (a veces plásticas) hechas en el curso del trabajo de creación, cuando, de una manera u otra, solicitado por alguien, a veces hago una descripción puramente narrativa de elementos posturales o emocionales descritos en/por el objeto; enunciados que funcionan como la reformulación según Carl Rogers, como punto a resaltar empático… Una especie de puntuación como: “parece muy enojado”-acerca de un pequeño personaje cuyo rostro está retorcido, los puños apretados…- O, sobre una pareja abrazándose tiernamente: “parece que estos dos están realmente enamorados”. Intervenciones que abren la mayor parte del tiempo a un corto diálogo sobre el objeto.
4) La disponibilidad potencial de las personas y del grupo, en ciertas situaciones intertransferenciales, de mi propio campo asociativo traducido en el lenguaje de la creación que se establece en el taller.
5) Finalmente, la apertura, de un espacio analítico que permita a los participantes explorar los incidentes de la experiencia vivida en su compromiso con el trabajo de creación.
Clarificación de lo sentido actual, resonancias emocionales, repercusiones psíquicas… Se trata de una modalidad de análisis procesual –en lugar de descifrado interpretativo de las producciones, al menos que la persona se comprometa espontáneamente en esta área de exploración de su implicación. Por “análisis procesual” me refiero a una manera de nombrar lo-que-hay-aquí, una forma de descripción literal, en el lenguaje de las zonas erógenas del cuerpo (retomando las palabras de Françoise Dolto). Tal como enunciado por el Sujeto; para dar cuenta del itinerario asociativo, formalmente escrito en el objeto y los componentes afectivos, emocionales y psíquicos legibles “a la vista” que han presidido (determinado y acompañado) la elaboración de la obra.
Es la sinergia de estas cinco disposiciones que definen para mí la atribución de una garantía mínima de autenticidad para con la palabra expresión utilizada en este modo de experiencia centrada sobre las mediaciones creadoras sea cual fuere el enfoque: educativo, artístico-cultural, terapéutico o de formación profesional a la función de animador/analista. Además, el uso de la palabra ‘expresión’, en cualquier otra orientación de la acción, donde el animador se plantea, de una manera u otra, como director de la formulación subjetiva será rechazada sin ambigüedad.
La aplicación de estas disposiciones que exigen el ascetismo real por parte del animador/analista, implica muy rápidamente a los participantes en un campo de la proyección, intertransferencial a muchos niveles, cuyas producciones son las formulaciones y los trazos.
De esta manera se resume la parte esencial del marco de mi experiencia profesional como analista (terapeuta o formador) y de la elaboración teórica que apoya su desarrollo. La convicción que me anima se ha formado en el punto de encuentro de mi profesión de analista y de terapeuta, en mi práctica diaria de la formación, en el trabajo analítico individual con personas con gran dolor afectivo que he acompañado, y desde los encuentros intelectuales de los marcadores ideográficos potentes que ya he citado: Carl Roger y su transmisor “passeur” francés Max Pagès, Arno Stern, Winnicott, Harold Searles, Mélanie Klein, Daniel Stern, la antipsiquiatría, el análisis institucional, el teatro del Cuerpo y la investigación de la electroacústica de vanguardia de los años 70, el teatro Butoh, el Expresionismo, Dubuffet y el Arte Bruto.
El lector entenderá lo que significa este nivel de exigencia en el marco de la formación de las personas que buscan una formación centrada en la experiencia creadora como lugar de transformación dinámica de la persona. Y todo lo que no se establece como una sólida formación en el acompañamiento emocional, a la escucha analítica no-directiva, está inspirado en terapias de comportamiento del Dr. Pavlov. Este requisito básico se centra esencialmente:
– En la experiencia creadora como “Palabra” no verbal.
– En la conducción no directiva de un espacio/tiempo regular basado en la elaboración de la experiencia vivida en un tiempo de palabra (verbal).
– En el acompañamiento lateral de las manifestaciones afectivas y emocionales que son su dividendo.
Me gustaría decir para concluir mi pensamiento que la experiencia creadora no es una mediación (mediación expresiva, mediación creadora, etc.) sino el punto focal del trabajo de transformación dinámica del sujeto (lo que llamo el trabajo metamórfico). Experiencia creadora y cambio tónico son un único y mismo proceso. Lo que opera, lo que produce la transformación creadora, es el proceso de la palabra en el juego de la creación. La experiencia creadora es fundamentalmente ´´Parole´´ (1). Es el proceso de la creación y el trabajo de la palabra lo que constituye el centro de la experiencia creadora, así como de la experiencia analítica. ¡Es muy simple!
¿No es concebible que un marco establecido como terapéutico sea constituido como analítico, dando lugar a un trabajo de co-elaboración entre el analista/terapeuta y el sujeto actor de la palabra? Todo lo que se presenta como proceso creativo, cualquier manipulación de la imaginación a través de propuestas miméticas (temas, procesos de técnicas, intervenciones correctivas, sugerencias), cualquier cosa que interfiera a la espontaneidad real de una persona, constituye un obstáculo o una perversión de la “pulsión” metamórfica.
Haz clic aquí para asistir al taller en Barcelona
(1) En francés, hay una diferencia significativa entre “parole” y “mot” que sólo tienen una palabra en el idioma español para traducir estos dos significados distintos: “palabra” indica una función discursiva, y “parola”, una función dinámica y estructurante.
[*] El presente texto es un recorte de la presentación del libro publicado por el Colegio de Psicólogos Clínicos del Hospital de Psiquiatría Charles Perrens de Burdeos: “NUEVO en Psicología”: Edición El campo Social, artículo titulado ‘Experiencia creadora / Relación analítica – Experiencia analítica/ Relación creadora… en la institución de cuidado.’
Para saber más sobre los Talleres de Arte CRU visitar: www.art-cru.com/charte-des-ateliers
Guy Lafargue
Psicólogo