Cuenta la historia —que casi siempre es más mito que realidad— que Einstein intentó explicar por primera vez su teoría de la relatividad en una conferencia magistral ante periodistas atónitos que no la entendieron. Entonces, Einstein volvió a intentar simplificándola aún más; una y otra vez, pero no hubo caso, no había manera de que lo entendiesen. Finalmente lo explicó con un simple ejemplo:

“Cuando un hombre está con una mujer bonita, una hora parece un minuto. Pero si lo sientan sobre un horno caliente, entonces un minuto parece una hora. Eso es relatividad”.

Cuando los periodistas sonrieron y movieron sus cabezas en señal de entendimiento, Einstein preguntó “¿Lo han comprendido? Bueno, eso ya no es la teoría de la relatividad”.

De alguna manera esta anécdota me hizo recordar una historia que contaba Philip Dick (con los permisos del caso en la traducción):

Una mujer hizo una cena y cocinó un hermoso pollo de 3 kilos, que dejó en la cocina. Mientras recibía a los huéspedes y empezaron a tomar y charlar. Cuando volvió a la cocina, el horror: el pollo ya no estaba y el gato de la casa se encontraba tirado sospechosamente rechoncho en el rincón. Uno de los invitados, Barney, dijo “El gato se comió el pollo”; algún otro dijo que no había manera de saberlo. Ya entusiasmado por el alcohol en la sangre, Barney propuso tomar la balanza del baño y pesar el gato para comprobarlo. Cuando lo hicieron, vieron que el gato pesaba exactamente 3 kilos. “Ahí está”, gritó Barney. “¡Ahí está el pollo!”, el resto asintieron. De repente, una voz medio temerosa desde atrás preguntó: “Si ahí está el pollo, ¿dónde está el gato?”.

Escrito por Pepe Ivanov

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