No, el sol no es amarillo, ni es naranja, ni siquiera es rojo. Ahora resulta que el sol viene siendo blanco. Así como escuchaste: blanco. ¡Ya ni en nuestros propios ojos podemos confiar!
¿Sabés qué es lo que pasa? Es la misma razón por la que vemos el cielo azul – sí, también nos venimos a enterar que el cielo no es azul – nuestra atmósfera dispersa la luz que viene del sol, haciendo que veamos los colores que más se dispersan: en el sol, amarillo; en el cielo, azul. [En realidad, si nos queremos poner técnicos, la luz ultravioleta es la que más se dispersa, pero nuestros ojos no lo pueden ver, así que no cuenta].
Como diría Groucho Marx, “¿A quién le vas a creer, a mí o a tus propios ojos?”
Escrito por Pepe Ivanov