Límites, los problemas de todos los padres. Sino, preguntale a Dédalo. ¿No sabés quién es Dédalo?
Resulta que a Dédalo lo habían engatusado: lo habían hecho construir un laberinto para encerrar al Minotauro – ojo, no se lo confundan con el Minotopo, que ese es autóctono y medio un robo – pero para que guardara el secreto, lo encerraron junto con su hijo, Ícaro, en el laberinto. La única manera que tenía Dédalo de escapar era volando (pero todavía no habían inventado los aviones, y mucho menos los helicópteros), entonces se le ocurrió que se podía hacer unas alas juntando plumas y pegándolas con cera. Aunque no lo creas, el plan funcionó, junto con su hijo se fueron volando.
¿Colorín colado, el cuento se ha terminado? Pues lamentablemente no, Ícaro no de escuchar mucho a los refranes, y no entendió que hay que siempre hay que conocer los límites, no le hizo caso al padre, se copó con eso de volar y se acercó demasiado al sol. No fue una buena combinación la cera y el calor del sol, y terminó cayendo en el medio del mar.
Eso sí, andá a contárselo vos al padre de Steve Jobs…
Escrito por Pepe Ivanov