(Publicado en Grupo Textos)
EJES CRÍTICOS
De la falta de ilación del Seminario devienen toda suerte de errores: citas sacadas de contexto, insólitas yuxtaposiciones de frases, consecuencias indebidas, artículos deshilvanados, miles y miles de citas de Lacan y Miller, etc. De esta pereza, de la complacencia a la que se entregaron las diversas escuelas lacanianas siguiendo fielmente a sus jefes, resulta una literatura loca e inútil. Todo termina en un ejercicio de acomodación de referencias, que se repite ya hace años: papers.
Sin embargo, el significado de conjunto del Seminario, la lectura que lo reduce a su demostración principal, no es tan difícil.
Los primeros diez seminarios son un órganon. Lacan lo señala en la contratapa del seminario XI. A pesar de que la observación está allí desde 1973, ni siquiera se tomó nota de que esa demostración debe obtenerse1.
Los cinco seminarios siguientes invierten la perspectiva y desunen el objeto de la menos fi (en todo el desarrollo anterior se trata de demostrar que menos fi es una especie del (a)). Se trata del grupo combinatorio. En otro lado, ilustramos este movimiento con la serie Las estaciones de Arcimboldo2. Las lecciones finales del seminario XIII desarrollan con claridad el tema, que prosigue en el grupo de Klein (XIV) y el algoritmo de la transferencia (XV).
El postlacanismo tampoco extendió el resumen que comporta Proposición. Este texto central (hasta administrativamente, si se quiere) recoge todos los desarrollos anteriores del Seminario que son pertinentes3. Con este solo escrito, reducimos a unas pocas páginas quince seminarios. Y así, podríamos saber, al menos hasta allí, de qué estamos hablando.
Prosigamos. Ante el rostro de El invierno surge naturalmente la cuestión del Uno. Es por esto que Fi, el significante de la falta del Otro4 y el Uno siguen a su turno en la enseñanza. El Uno perforado, cantoriano, resuelve la identificación sexual, la diferencia de los sexos. Era el problema que Arcimboldo nos había dejado: ¿en qué consiste la sexuación si el sexo se halla forcluido? ¿Cómo nos arreglamos con esto? Estas preguntas articulan las demostraciones principales del Seminario. Y sin ellas falta el abecé, la base. Una vez formuladas empezamos a entender de qué se trata.
Con los nudos, el programa teórico ya es explícitamente matemático5. Se abandona el estructuralismo (“Veinte años, el sistema métrico decimal…”).
Pongamos entonces negro sobre blanco el sentido del Seminario: a la salida de juego del instrumento copulatorio (primera parte) le sigue la suplencia por el sentido6. O bien, a la exclusión del sexo le sigue el Uno, la existencia, como tapón. Lalengua gira en torno a la no-relación.
Visto así, como creemos que debe verse, el Seminario no tiene etapas7, ni tiene sentido periodizarlo. No hay un último Lacan. Ni un ultimísimo. Ni un giro hacia lo real. El Seminario es serial. Es en vano hablar de Lacan o apoyarse en ciertos de sus desarrollos sin dar cuenta del sentido de conjunto y la demostración en juego.
Veamos un ejemplo de la confusión en que nos ha sumido la falta de una lectura consistente del conjunto. En la contratapa del seminario XIX (presentación de JAM) leemos:
(En este seminario, Lacan) desvaloriza el deseo y promueve el goce. Recusa el Ser, que no es más que semblante. La henología, doctrina del Uno, aquí está por encima de la ontología, teoría del Ser. ¿El orden simbólico? En lo real no es otra cosa que la iteración del Uno. De ahí el abandono de los grafos y de las superficies topológicas en beneficio de los nudos, hechos de redondeles de cuerda, que son Unos encadenados. Recuerden: el seminario 18 suspiraba por un discurso que no fuese del semblante. Pues bien, vean en el seminario 19 el intento de un discurso que partiría de lo real. Pensamiento radical del Un-dividualismo moderno.
El desconcierto es notable. No hay en los desarrollos posteriores del Seminario ningún abandono ni de los grafos ni de la topología. Los temas del seminario XVIII y XIX son en gran parte comunes, y, además, el tema del Uno comienza varios años antes. Ya se lo encuentra en el seminario XVI, lo hemos dicho antes.
El Un-dividualismo es ajeno a la problemática del seminario. El concepto de y a de l’Un da cuenta del sexuado. Está hecho para eso.
Un poco antes, Miller escribe8: “Entiendan: el Uno-solo. Solo en su goce (radicalmente autoerótico)…” Si esto fuera así, hay que subrayarlo, el psicoanálisis no existiría.
Al desconocer la larga construcción anterior (el órganon y el grupo combinatorio, es decir, lo que lleva a la problemática del Uno) no es posible leer correctamente. Por eso, se periodiza. Es la solución. Al dividir el Seminario en etapas las consecuencias y la ilación desaparecen juntas. Y se abre una lectura descontextuada.
Notas
- Cf. Otros cinco minutos, Carlos Faig, en Formalización del Seminario de Lacan, Ricardo Vergara ed., Buenos Aires, 2014, pp. 75-76. En la nota 7 se lee: “El órganon se compone de los siguientes pasos: el seminario I parte de la función de desconocimiento del yo (la prematuración propicia la sustitución del yo a lo simbólico) respecto de la determinación significante; subrayado ese hecho, y vuelto sobre sus pies, el II desarrolla la autonomía y exterioridad de la cadena significante (homeostasis versus símbolo); con el III hallamos el significante faltante y la significación ligada a la metáfora (las psicosis hacen de contrapunto); el IV hace hincapié en el objeto faltante (la economía del velo); el V y el VI, ligando mediante los grafos los dos seminarios anteriores –significación metafórica, metonimia del objeto– que ya formaban sistema, demuestran la función significante del objeto en el fantasma y el sostenimiento del deseo; el seminario VII (recordemos los tarros de mostaza y el vacío que los comunica) aborda la participación común en el goce, el “espacio” de exterioridad íntima puede reglarse si el objeto lo designa por su falta, la ética está así en juego en tanto se presenta un deseo puro (asesinato en Sade, sacrificio en Antígona, deseo del analista –aquí ilustrado por el héroe, y más adelante por el santo: il décharite–); con la transferencia (VIII) el objeto suple al significante faltante (será en adelante el concepto adoptado por Lacan de transferencia, el sileno lleva a Proposición); el IX demuestra que el objeto se equipara a su falta, es la definición principal de identificación: -a.a; y, por último, el objeto es la falta (seminario X), y esto conduce tanto a la problemática de la genitalidad (ahora es el partenaire quien es “parcial”) como a la del final del análisis (la disyunción de -φ y (a) deviene posible) y el corrimiento de la roca freudiana –que en este punto puede enunciarse: no hay instrumento copulatorio–. La ilación del órganon es rigurosa, metódica. Si se quiere resumir aún más: el movimiento central va de la falta de objeto al objeto como falta, y, en otro plano simultáneo, de la falla de la metáfora a la falta de instrumento.”
- Estructura del Seminario de Lacan, Carlos Faig, en Formalización del Seminario de Lacan, op. cit., pp. 18-20. Demostramos allí que la estructura combinatoria del (a) produce la menos fi, que no tiene otra existencia que esa combinatoria. Se trata en esta ilustración de los frutos de estación (el objeto (a)) y el rostro ausente (menos fi).
- Cf. Sinopsis de Proposición, Carlos Faig, en Lectura de “Kant con Sade” y otros escritos, Ricardo Vergara, Buenos Aires, 2014, pp. 81-85.
- El Discurso de Tokyo desarrolla los puntos que citamos en el texto. Podría haberse utilizado para empezar a simplificar el grupo de seminarios que siguen inmediatamente a Proposición. Lamentablemente, casi no ha circulado. Puede leerse en el sitio Web de la ELP, “pas tout lacan”.
- En el congreso de Montpellier, en 1973, Lacan explícita el nuevo programa que ocupará al psicoanálisis. En Lettres de l’École, n˚ 15, p. 244.
- Véase sobre este punto, Estructura del Seminario de Lacan, op. cit.
- Nada más universitario que este tipo de lectura.
- Aclaremos una cuestión: la crítica realizada aquí a Miller no pretende cargarle las tintas ni echarle la culpa de nada. En buena medida elegí ese texto por su brevedad y porque lo tenía a mano. El estado actual del psicoanálisis no se debe, según creo, a ningún deslizamiento, error o falta de competencia de Jacques-Alain Miller. No debemos equivocarnos en esto: la causa del desastre hay que buscarla en Lacan. Aun disponiendo de una lectura perfecta e irrefutable del Seminario, el problema es Lacan, no Miller.