Me topé por casualidad con el psicoanálisis y a partir de ahí todo cambió. Lo personal, lo laboral, e incluso ¡lo político! Politóloga y experta en género, aterricé con todas mis contradicciones en la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, en Madrid. Allí encontré no sólo el lugar donde quedarme sino también amistades y amores para transitar la vida misma.

La escritura y la música son mis dos partenaires fundamentales. Pero hay otros: el cine, el mar, la lectura… No entiendo la vida sin la poesía, sin las intensidades de la palabra sentida, sin las exactitudes de la metáfora.

Trabajo en un instituto de educación secundaria, escuchando a los chavales, tratando de que lo que los adultos ven como comportamiento pueda ser entendido, más bien, como síntoma. Tengo además mi propia clínica en la que trato de sostener la posición del analista, lo cual requiere mucho trabajo: el propio análisis, el control de los casos, el estudio…

Y así, entre preguntas y elaboraciones, entre deseos y obstáculos —propios y externos— trato de articular mis viejas y nuevas pasiones.